Los políticos paraguayos en función de gobierno –en el Legislativo– están a punto de dotar a la recalentada práctica stronista del Estado y sus organismos de una herramienta jurídica que regresará al país a los momentos más terroríficos de la dictadura (1954-1989): dar potestad a la Policía Nacional –principal brazo represivo del sistema– para detener a quien sea, cuando se le dé la santa gana. Sí. Así como suena. Quizás los leguleyos de ocasión salgan a tratar de justificar que no es así, pero el texto modificado del artículo 5 de la Carta Orgánica de la Policía Nacional, aprobada en Diputados y que se trata hoy en Senadores, no deja lugar a dudas: “Aprehender a las personas... cuando existan suficientes indicios de su participación en un hecho punible y se trate de casos en los que procede la detención preventiva...”.
No hay orden judicial. No hay razón más que el antojo posible del político de ocasión, el presidente de seccional, la tirria del jefe policial o el mal humor de algún caudillo o mandamás para “meter en cana” a quien sea. Bajo la dictadura existía esta potestad policial. Hoy estamos a horas de la posibilidad de que se reedite esta arbitrariedad, que además es inconstitucional.
¿Cómo llegó siquiera a aprobarse una disposición de estas características, teniendo tan cerca el sangriento Estado de terror que asoló al país bajo la dictadura stronista?
Si hacemos un breve repaso, de la actitud, acción y discurso de muchos políticos del partido de Gobierno, y del propio presidente Horacio Cartes, más sus ministros y séquito, en estos últimos meses de 2016, podemos tener indicios poderosos para entender cómo arribamos a este punto y el peligroso panorama que se entreteje para más adelante si no se para –paramos– a los nostálgicos de la muerte y el terror.
La escalada de una mentalidad y actitudes represivas es una proyección directa del stronismo. Para esta cultura no hubo transición a la democracia en estos 27 años posterior al derrocamiento de su principal exponente, Alfredo Stroessner. Prueba de ello son los discursos anticomunistas, de criminalización de todo lo que sea pensamiento diferente y crítico al Gobierno o al poder de turno o al stablishment. El stronismo reverdeció tenazmente con el cartismo, que dio señales claras de abrevar en esa ideología de la muerte, nombrando ministros personeros y/o reivindicadores de la dictadura y exponiendo discursos claramente de línea autoritaria y persecutoria.
En esta matriz es donde fermentan estas normativas y medidas que apuntan a violar los DDHH de cualquiera...