30 abr. 2025

Seres humanos que cambian la historia

Gustavo Olmedo B. – golmedo@uhora.com.py

Aunque podría parecer extraño para muchos, en los medios de comunicación y las redes sociales, así como en la política y otros ambientes, uno de los temas más incómodos es el de la santidad. Y el problema principal quizás radica en la idea confusa, tergiversada y hasta prejuiciosa de lo que significa ser santo. Investigar sobre la vida de estas personas es fascinante.

Justamente ayer se recordaba el Día de San Roque González de Santa Cruz (1576-1620), el primer santo paraguayo, reconocido por su impresionante labor a favor de los indígenas, a los que se promocionaba y protegía; y surgía el tema de cuánto necesitamos encontrar a compatriotas con una estatura humana respetable y admirable como la de estos santos; paraguayos con ideales de verdad, justicia y caridad. “Para ser santos no hay que hacer cosas extraordinarias, solo hay que hacer las cosas ordinarias con un extraordinario amor”, decía la entonces Madre Teresa de Calcuta (1910-1997).

Algo parecido a lo que señaló el papa Francisco, en junio pasado, explicando que para alcanzar este título “no es necesario estar rezando todo el día”, sino, más bien, “cumplir con nuestro deber con el corazón abierto a Dios”. "¿Estás casado? Sé santo amando y cuidando a tu marido o a tu mujer... Sé santo cumpliendo con honestidad y eficiencia tu trabajo y ofreciendo tu tiempo al servicio de los hermanos...”, decía el obispo de Roma, invitando a caminar mirando a aquel hombre nacido en Nazaret.

“El santo no es un superhombre, el santo es un verdadero hombre”, afirma el pensador y teólogo Luigi Giussani (1922-2005), en el libro Moralidad, memoria y deseo, añadiendo que esta forma de vida se sustenta en el reconocimiento activo de la “necesidad fundamental” que tiene todo hombre.

Giussani explica que el santo no es más que aquella persona realizada, es decir, aquella que viviendo su relación con el Infinito, con el Misterio, llega a su plenitud; llega a ser ella misma, sin censurar sus limitaciones y precariedades humanas.

Es decir, se trata de un camino posible y deseable para la propia felicidad y realización. Es la posibilidad, además, de la transformación de los males estructurales de nuestra sociedad.

Más allá de los prejuicios, rechazos o indiferencia que el término pudiera provocar, una cosa está clara, el mundo sigue teniendo hoy necesidad del “espectáculo de la santidad”, resalta el teólogo italiano; ante tanto dolor y soledad, la sociedad urge testimonios de unidad, coherencia y servicio, con una mirada diferente; seres humanos, como Roque González o Madre Teresa, capaces de entregar la vida para abrazar al otro como un bien, en cualquier condición se encuentre.

Por ello, el desafío es reconocer a estas personas de nuestro tiempo, aprender a mirarlas y seguirlas; descubrir el motivo por el cual, con su “sí", son capaces de cambiar la realidad y convertirse en testimonios de alegría y libertad. Son los seres humanos vitales para la historia. Mirar y seguirlos; quizás sea el inicio del cambio que Paraguay necesita.