Ayer participé en la audiencia que convocó la diputada Olga Ferreira en el Parlamento para escuchar el reclamo de los padres de familia y de diversos profesionales que manifestaron su preocupación sincera, desde diferentes aristas, sobre el problema de la implementación de la perspectiva de género con enfoque ideológico (léase con lógica de poder, no con lógica de verdad, ni científica, ni moral, ni de nada) en los programas, contenidos, capacitaciones docentes del MEC. Lástima que muchos medios de comunicación no transmitieron los argumentos y se quedaron en lo que consideraban que vendía: la polémica, las frasecitas sueltas, pero casi nada de fondo.
En realidad, las exposiciones, que tuvieron que ser muy breves por la cantidad de oradores anotados, estuvieron muy interesantes de parte de médicos (aspecto biológico de la identidad sexual), abogados (marco legal), padres organizados, funcionarios, maestros, sicólogos, estudiosos de la ideología de género, miembros de comunidades religiosas (como debe ser en un país pluralista), activistas que promueven la agenda de género y otros...
Al inicio no estuvo el ministro de Educación, luego llegó, escuchó los reclamos y explicó su postura. Prometió revisar los argumentos presentados y también cambiar lo que estuviera mal. De entre los parlamentarios participaron muy pocos: Wiens, Ibáñez; entre otras autoridades estuvieron la viceministra de Educación, el defensor del Pueblo, representantes de la Secretaría de la Niñez y otros pocos.
No me da el espacio para comentar cada argumento. Pero para mí, como mamá y pedagoga, también como comunicadora, fue muy interesante escuchar y participar con libertad y responsabilidad. Creo que es uno de los puntos esenciales que faltan todavía estimular, promover en nuestra educación cívica: la participación social, no solo de los expertos, asalariados de las diversas agendas explícitas u ocultas, sino de la gente común que, desde su visión, aporta al resto de la comunidad. Es difícil mover a gente tan ocupada como son los padres de familia para participar de temas de bien común. Les dejamos demasiada cancha a los autodenominados “miembros de la sociedad civil”, que casi en la mayoría de los casos son personas que viven de esto, que se entrenan para los debates y que tienen casi siempre una visión muy homogénea de la realidad.
Sin embargo, en la audiencia pública de ayer hubo de todo en diversos niveles: desde la espontaneidad, el lenguaje coloquial y también científico, las argumentaciones detalladas, las personalidades influyentes... Éramos nosotros, paraguayos, hablando de temas que nos competen, sin poses, sin retórica excesiva, sin pelos en la lengua.
Qué gusto. Si algo me quedó en claro es que es necesario redoblar la apuesta por la familia, por la identidad cultural, por la vida comunitaria, elementos que siempre estuvieron presentes en nuestra nación y que son el antídoto real y profundo ante tantos males que aquejan al mundo hoy.