Cuando los políticos –que incluso ya están posicionados en un cargo importante como diputado o senador– comienzan a fijarse y postularse para la comuna de Asunción, está claro que lo que les interesa es el rédito político y las arcas generosas que pueden usar muchas veces sin control.
Si yo quiero ser intendente de verdad, o sea un hombre que va a prestar un servicio a la ciudad, lo pensaría mil veces.
Un simple recorrido por los barrios olvidados, por la costanera sin baños ni sombra, por las plazas descuidadas, por los baches de siempre y de cada día, todo eso estaría bajo mi responsabilidad de encontrarle una solución. Es como tratar de poner en orden infinitos problemas. Todo candidato a intendente debería pensar que están los problemas que ya existen y los nuevos que provoca la naturaleza con el curso del comportamiento del tiempo.
Y me recuerda una pregunta que alguien le hizo a un escritor que solamente se dedicaba a escribir, si le gustaría candidatarse para un cargo político. Dijo que le era imposible; si él quería gobernar a los demás y ordenar el caos, lo primero que tendría que hacer era ordenar su casa, su entorno íntimo, para así proyectarse hacia los demás ofreciendo algún servicio digno.
Como yo, usted, señora, señor, sabe, si uno se sincera tendría que admitir en muchos casos que está inepto para un cargo público. No sabría por dónde empezar por los múltiples problemas que presenta la ciudad, sus calles inundables, sus baches mal remendados, el gran tema de la basura que es recogerla y después saber qué hacer con ella, sin contaminar. Vería los buses chatarra que nadie puede erradicar porque prestan “gran servicio a la comunidad”, ya que los sufridos clientes no tienen otra opción. Dígame, señor candidato, ¿tiene acaso alguna idea de cómo solucionar tamaño entuerto?
El caos de los vendedores ambulantes que cierran veredas con puestos improvisados y que después se creen con derecho de estar allí. ¿Cómo haría para educar a los conductores a no estacionar en doble fila o en lugares prohibidos? ¿Qué haría con los cuidacoches que están privatizando los estacionamientos del centro, por no decir extorsionando a la gente? ¿Cómo les va a hacer entender a los vendedores del Mercado Cuatro, que están hacinados, que exponen a los clientes a peligros de contaminación e incendio? Es allí cuando comienzan las promesas, “haré esto, haré aquello”, y tanto es así que desde siempre, en esta ciudad, todo está por hacerse.