Lo que el santoral es como fuente para elegir el nombre de un niño, en el caso de los gatos –bajo el cuidado de la organización Patitas Felices– la denominación del sitio o la situación del rescate es una opción para nombrar a los felinos. Cada uno tiene una historia en la calle.
Por ejemplo, Fractura es una gatita encontrada –tal como lo remite el nombre–, con múltiples fracturas de fémur, cadera y encima estaba preñada. Menos dramático fue el caso de Cuello, quien llegó con una especie de collar formado por la sarna, casi imposible de curar. Miss Kiki no puede ver, tiene síndrome de Down y unos niños la habían usado como pelota de vóley.
A Fractura, Cuello, Kiki se les sumó recientemente Rysa, el último abandonado a su suerte que fue rescatado por Grisel Alfonso Parodi, presidenta de Patitas Felices.
Unos 40 felinos están en casa de la rescatista y en una vivienda del barrio San Pablo de Asunción, cerca de 160 felinos de todos los colores y pelajes, castrados y bien cuidados, observan a través de las ventanas cómo los obreros construyen lo que será la gran gatera que la organización alista gracias a padrinos.
“No hay albergues municipales”, indica Alfonso señalando una de las dificultades con las que se encuentran las organizaciones. Cada vez hay más gatos abandonados porque la gente no los castra o no los quieren adoptar por el tabú de la toxoplasmosis. “Queremos desmitificar esto porque esa enfermedad se transmite comiendo carne cruda, no por el gato”, señala.
La organización ha conseguido que empresas donen alimentos para los inquilinos gatunos, quienes consumen 10 kilos de balanceado al día que se les distribuye dos veces por jornada. Patitas Felices maneja un presupuesto mensual de G. 7.000.000 (descontando los alimentos), según su presidenta. Los gastos se reparten entre alquiler, los insumos básicos y transporte. En jornadas masivas de castraciones, el presupuesto sube más.
Llamado. Para construir la gatera, Grisel Alfonso llama a la colaboración de padrinos y madrinas.
El proyecto consiste en vallar el patio para que los gatitos no molesten a los vecinos. Tendrá tres metros de alto –con ángulos protectores– por 18 metros, un portón de acceso a un antepatio, donde habrá otro portón de acceso directo al gatío. El costo es de G. 1.000.000 solo en mano de obra y esto es lo que se busca cubrir.
Grisel apela a la solidaridad de diez personas que puedan colaborar cada una con G. 100.000. Los animales están dentro de la casa alquilada por la organización, porque en sus otras gateras ya no caben. “Si hoy tenemos una crecida, nos veremos rebasados”, explica.
En el lugar se proyecta montar una clínica para ofrecer un servicio de castración a la comunidad, que podría ser gratuito o bien cobrar un mínimo para comprar medicamentos.
Compromiso. No es fácil mantener un refugio, poner a los felinos en adopción, cuidarlos, alimentarlos y mantener limpio el espacio, porque el espíritu del voluntariado solo se manifiesta en las redes sociales. “El voluntario debe tener un sentido de pertenencia a la causa. Si te comprometés un día, en un horario a ayudar a cuidar, hay que cumplir”, señala.
Grisel afirma que muchos voluntarios rescatan a los gatos y los traen al refugio, antes se sacan fotos, suben al Facebook, “son los ídolos”, pero después no se acuerdan del animal ni del compromiso asumido de buscarles hogar. “Es una tarea noble que no cualquiera asume”, destaca.
Si quiere colaborar con Patitas Felices para terminar la gatera, puede realizar giros al celular (0982) 526-894 o bien a través de la cuenta 3.406.843 de Visión Banco.