El 20 de junio de 1992, una Convención Constituyente promulgó nuestra actual Constitución. El Poder Ejecutivo preexistente prestó juramento de cumplirla y hacerla cumplir más tarde por el enojo del presidente Andrés Rodríguez contra las cláusulas que le prohibían la reelección o la elección de integrantes de su familia que pudieran ser sus títeres en el poder. Los títeres no son invento de Cartes.
Desde esa fecha, nuestra Constitución está en vigencia y protege la libertad y los derechos de todos nosotros, el pueblo paraguayo.
Para redactarla, fue convocada la mencionada Convención Constituyente, elegida en plena libertad y sin mayores fraudes el 1 de diciembre de 1991. Fueron elegidos 180 ciudadanos que empezaron su trabajo el 30 de diciembre siguiente.
Acabábamos de salir de nuestra más larga experiencia autoritaria, ininterrumpida, inaugurada por el general José Félix Estigarribia el 18 de febrero de 1940, día en que de un espadazo derogó nuestra primera Constitución democrática, la de 1870.
La noche dictatorial había durado cuarenta y nueve largos y trágicos años durante los cuales dos generaciones enteras de paraguayos vivieron y murieron sin saborear los goces de la libertad, ni disfrutar de sus beneficios.
En realidad, el despotismo es la nefasta regla de nuestra historia. Desde que los reyes de España suprimieron la limitada autodeterminación de Asunción, establecida por la Real Cédula del 12 de setiembre de 1537, mediante un decreto de Bruno Mauricio de Zabala de marzo de 1735, los paraguayos sufrimos una opresión continua, confirmada por algunos breves episodios de libertad.
Era obvio en 1991, y lo es hoy más aún, que cualquier construcción institucional en nuestro país debía edificarse contra la dramática experiencia autoritaria y que no podía dejar de tenerla muy presente si es que los paraguayos queríamos experimentar los beneficios de la libertad que nos habían sido negados siempre.
Los constituyentes de 1992 pueden ser acusados de haber cometido errores, pero no pueden serlo de no haber interpretado y respetado los anhelos de los paraguayos de gozar de la libertad: Nos dieron una Constitución magnífica, cuyo equilibrio de poderes ha sido hasta ahora una muralla que los aprendices de tiranos que periódicamente nos asaltan no han podido derribar.
Hasta ahora, pues en estos momentos el grupo Cartes está desarrollando el más sistemático, serio y mejor financiado ataque contra nuestras libertades desde el mencionado golpe del 18 de febrero de 1940 de Estigarribia.
A pesar del asesinato de Rodrigo Quintana, Cartes ya tiene media enmienda pro reelección, inconstitucional, aprobada la semana pasada por los golpistas que son mayoría en el Senado. La puede terminar de imponer cuando quiera en Diputados.
Por si esto no le convenga, Cartes cuenta con el concurso de irresponsables que arriesgan el equilibrio de poderes de nuestra Constitución con la excusa de corregir el Consejo de la Magistratura o el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.
Así pretenden convocar en 2019 otra convención constituyente, elegida sin que los electores podamos saber si el grupo Cartes es el que financia, como actualmente, la mayoría de las candidaturas y que, de ocurrir la tragedia de su elección en esas condiciones, terminará produciendo constituyentes de la clase de Fernando Lugo, trabajando para Cartes disfrazado de socialista, o Blas Llano, disfrazado de liberal.
Su enmienda en marcha o tal constituyente permitirán a Cartes reflotar la institucionalidad autoritaria de Estigarribia y volver a someternos al despotismo.