Siempre que enfrentamos situaciones controversiales caemos en la peligrosa tentación de razonar con las vísceras y simplificar la controversia calificando a los involucrados en buenos o malos, según sus acciones u opiniones concuerden o no con las nuestras.
La prueba más reciente son los aplausos o descalificaciones que produjeron productores y cooperativistas con sus reclamos. Ante la avalancha de barbaridades que se dijeron conviene poner en el papel algunas aclaraciones básicas.
1) Estos trabajadores del agro –cañicultores– no son haraganes ni desocupados que solo pretenden que les regalen dinero público. Si piden la anulación (condonación) de una deuda, es porque una entidad financiera les prestó, y para que ocurriera necesitaban de una propiedad (su tierra) y de una actividad que les generara ganancias (plantar caña).
2) La agricultura es una actividad económica –no una misión patriótica– cuyos resultados dependen en gran medida de dos factores ajenos al trabajador; el clima y la fijación de los precios en el mercado. Es pues una actividad altamente riesgosa.
3) Los buenos precios de hace dos y tres años (coletazo final del boom de los precios de los alimentos) hicieron que muchos tomaran más préstamos para ampliar sus áreas de cultivo y mejorar ligeramente su calidad de vida comprando cosas, desde ropa hasta electrodomésticos, lo que hace cualquier trabajador.
4) Y les pasó lo que a casi todos los paraguayos; la economía se contrajo y ahora tienen dificultades para enfrentar sus deudas.
5) No es un problema de TODOS los productores. De la cartera de clientes del Crédito Agrícola de Habilitación (CAH) que atiende a los pequeños productores, solo 14 por ciento está en mora. Signi- fica que en promedio 9 de cada 10 clientes están pagando.
6) Del pedido de condonación de los cañicultores en mora, en particular, el reclamo pasó a incluir a TODOS los cañicultores, y luego a TODOS los pequeños productores, estén sus deudas en mora o no. Eso hace, por ejemplo, al ciento por ciento de los clientes del CAH, lo que supone una condonación, solo en esta entidad, de más de cien millones de dólares.
7) Lo más complicado del reclamo es que los productores piden que el beneficio se extienda a los créditos que les concedió la banca privada. Y allí se habla ya de entre 300 y 600 millones de dólares. Un dinero que el Estado debería pagarle al sistema financiero con impuestos.
Y aquí es donde surgen todas las controversias. ¿Deben cubrir los contribuyentes las pérdidas de un sector específico de los productores? ¿Deben cubrir –por una vez– todas las deudas de los pequeños productores? Si se hizo en el pasado con los ahorristas, ¿por qué no con los trabajadores del agro? ¿Es eso económicamente posible? ¿De dónde saldrá el dinero?
Como ven, es un problema económico complejo. Estar a favor o en contra de cualquier propuesta no es ser bueno o malo, sensible o insensible. Si queremos encontrar una solución razonable, primero hay que dejar el maniqueísmo de lado.