Por Irma Oviedo
En su tierra no encuentra salud, pero sí a más de 1.500 kilómetros, en el Hospital de Pediatría Samic Prof. Dr. Juan Pedro Garrahan, de Buenos Aires, Argentina. Jugando en el patio, saltando, riendo, así estaba Lucas Cañete Aires (3) el fin de semana en el nosocomio público, a casi dos años del trasplante de hígado al que fue sometido para seguir viviendo.
A veces tímido, otras muy canchero, Lucas gritó: “Soy paraguayo”, alzó su remerita y mostró su herida trasversal de unos diez centímetros, una marca que muestra orgulloso. A tan solo un año y medio de edad fue operado para un trasplante de hígado.
“Sus dientes están todos descompuestos por los medicamentos”, señaló su madre Hilda Aires en el inicio de la entrevista, vestida con su camiseta de Cerro Porteño y con un aire de optimismo y esperanza. “Acá mi marido es Marisa”, dijo entre risas al mirar con ternura a María Isabel Valiente, el ángel que cuida y ayuda a los paraguayos en el Garrahan.
Tras un intento fallido de ser donante para su hijo, quedó internada siete meses. Un inconveniente del órgano le impidió donarle parte de su hígado a Lucas. Tras trámites y un amparo judicial, Lucas ingresó a la lista de espera del Incucai y consiguió un donante cadavérico. El requisito para recibir trasplantes es el de contar con una estancia de dos años.
El hecho ocurrió en octubre del 2014. En búsqueda de salud para su hijo, dejó a toda su familia y a su otro hijo en Paraguay; tras la cirugía se quedó dos años en el vecino país. Lucas mejoró, pero cada dos meses ella viaja a Buenos Aires para retirar los medicamentos antirrechazo que no existen en el país.
“Sale millones la medicación y solo se puede preparar para dos meses. Suelo quedarme después de los controles, únicamente acá se controla, porque en Paraguay no hay para niños. Es muy difícil solventar porque soy madre soltera”, indicó.
Ella trabaja en un supermercado y logra tener los permisos para viajar cada dos meses. “Estoy en la mejor empresa, ellos me dan permiso y la Fundación Santa Librada me da el pasaje”, resaltó.
SOLIDARIDAD. Para solventar los gastos día a día hace manicura y pedicura en un hotel donde se queda con una conocida, Lorenza Chávez. Su madre la ayuda vendiendo comida en el país y le envía parte de las ganancias. La solidaridad se multiplica.
El resultado de una biopsia de un ganglio está incidiendo para que se siga quedando en Buenos Aires. Durante su estadía, Marisa fue quien la alentó para que continuara luchando. “Mi hijo estaba tan mal, en la terapia no se movía”, relató Hilda. “Sé que estás atravesando una situación crítica, pero tengan fe que algún día el sol va a salir para ustedes”, estas eran las palabras de aliento de Marisa que marcaron la vida de Lucas e Hilda.
La falta de respuestas en el país y tras su paso por el Hospital Central del Instituto de Previsión Social (IPS), logró llegar hasta el Garrahan. Hoy sigue luchando por Lucas. Así como esta familia muchos paraguayos siguen migrando por la salud. Hilda pidió que se invierta en salud y que en el país haya tratamiento para los niños que necesiten un trasplante de hígado.