25 abr. 2024

Mejor no le limpio los vidrios, señor juez

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

Al parecer, el juez electoral Pedro Ricardo Arias ha querido ser Judge Dredd, popular personaje del cómic británico, un magistrado superhéroe que en un futuro apocalíptico no solo dicta las sentencias judiciales, sino que las ejecuta él mismo en las calles, atacando a golpes a quienes considera delincuentes.

Los videos que registran el incidente que el juez mantuvo en la mañana del miércoles con una mujer limpiavidrios, en una concurrida esquina de Asunción, hablan muy pobremente de quién debería mantener toda corrección y decoro por su investidura, ya que terminó destrozando a golpes el tabique nasal de una mujer humilde y marginal, con visibles señales de hallarse bajo el consumo de drogas.

De acuerdo con las opiniones leídas en las redes sociales de internet, el juez cuenta con muchos defensores que aplauden su acción de superhéroe judicial y consideran que esta es la única manera de “solucionar” el problema de los limpiavidrios en las calles: “corrigiéndolos” a golpes.

Es entendible el hartazgo de muchos ciudadanos ante esta situación. Me incluyo entre quienes diariamente somos víctimas de personas marginales que en las esquinas de los semáforos nos imponen de modo amenazante un servicio que no les pedimos ni precisamos, y que en más de una ocasión sufrimos daños materiales en represalia por atrevernos a rechazar sus “tareas voluntarias” o por negarles el dinero que reclaman... pero ninguna de estas situaciones justifican que tengamos que bajar del auto a romperles la cara.

Obviamente, podemos decir muchas cosas al respecto. Opinar con mucha soberbia en las redes sociales que “son todos unos sinvergüenzas, haraganes, que no quieren trabajar...”, como si en este país abundaran las propuestas laborales para personas con poca instrucción o de humilde condición. O como si pudiéramos negar que persiste una exclusión social sistemática, alimentada por una clase política corrupta y aprovechadora de la situación.

Obviamente, los que tenemos la suerte de tener un auto con aire acondicionado y vidrios polarizados podemos cerrar las ventanillas, poner la música más fuerte y fingir que no vemos esos rostros oscuros y esas manos curtidas que nos interpelan junto a los semáforos. Es una forma de escaparnos de la realidad... aunque tarde o temprano ella acaba por alcanzarnos, casi siempre.

O podemos involucrarnos y exigirle con mucha más fuerza al Estado que atienda el tema, ayudar a buscar otras salidas que no sean solamente las de los prejuicios y la represión, porque el país en que nos gustaría vivir es ese en el que todos puedan tener un lugar, derechos y dignidad.

Y no, señor juez, mejor no le limpio los vidrios...