La mitãkuña’i lloraba, paralizada de miedo junto al camino, mientras alrededor se desataba el infierno: campesinos con piedras y banderas, policías con cascos y escudos disparando balines de gomas, estruendo de tractores, gritos, corridas, explosiones, maldiciones, pólvora y sangre.
La niña campesina se abrazaba a una barata muñeca de plástico, a la que le faltaban una pierna y dos brazos, pero ella la aferraba como su único tesoro, mientras a su alrededor explotaba el mundo.
Fue una fugaz imagen en uno de los videos grabados con la cámara de un teléfono celular, documentando la represión policial del pasado miércoles, en la colonia Guahory, Departamento de Caaguazú, que derivó en varios campesinos heridos y 12 de ellos presos... pero el retrato de esa mitãkuña’i llorando abrazada a su muñeca mutilada es la cruel metáfora de este Paraguay de reiterados conflictos sociales y políticos que no encuentra redención.
Faltaba poco para el Día de Reyes. Qué más hubiéramos querido que le lleven de regalo una nueva muñeca y un mundo de alegría... pero los Reyes no pasaron por Guahory.
Hace más de un año casi nadie sabía que existía Guahory. Ahora es un nombre que salta en los titulares periodísticos, que moviliza actos y movilizaciones políticas, que genera campañas de gobierno, como antes lo hicieron Marina Cué, Curuguaty, Pindó, Ñancunday, Sawhoyamaxa...
Guahory es una historia repetida que divide opiniones y radicaliza posturas. Las organizaciones agrarias y los grupos de izquierda plantean resistir como una cuestión de soberanía territorial y alimentaria ante el capitalismo empresarial que invade a la agricultura tradicional campesina, imponiendo un modelo de agronegocio a gran escala, que destruye el medioambiente y agrede a la salud. Los sojeros y ganaderos ven a los campesinos como exponentes de un pasado nostálgico que solo constituyen un obstáculo para el desarrollo. Y la policía sostiene que todo es parte de un plan para crear un mártir y desestabilizar al Gobierno.
Pero al otro lado de las visiones encontradas hay una cruda realidad que no ha cambiado y es difícil ocultar. Lo puso de resalto Hilal Elver, relatora de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, en su visita al país en noviembre último: En Paraguay, entre el 60 y el 80% de la tierra pertenece al 2 o 3% de la población y “existe la necesidad imperiosa de acometer una reforma agraria plena”.
Es lo que hasta ahora no ha hecho ningún Gobierno, ni siquiera el del presuntamente socialista Fernando Lugo, que armó tanta bandera con el tema. Mientras la tierra siga siendo el botín de unos pocos, apropiada, traficada y varias veces revendida, sin registros viables, seguirá costando vidas y mucho dolor. Y seguirán existiendo realidades como la de Guahory, tan lejos de la ruta de los Reyes Magos.