Por Andrés Colmán Gutiérrez y Sofia Masi
CIUDAD DEL ESTE
LA RECIENTE FILTRACIÓN PERIODÍSTICA DE UNA CARTA PERSONAL Y SECRETA QUE EL OBISPO DE CIUDAD DEL ESTE, ROGELIO LIVIERES PLANO, ENTREGÓ AL PAPA BENEDICTO XVI DURANTE LA VISITA AD LÍMINA A ROMA, AGUDIZA LA DIVISIÓN QUE EXISTE ENTRE EL ALA CONSERVADORA DE LA IGLESIA CATÓLICA -DE LA CUAL EL PRELADO ESTEÑO ES PRINCIPAL REFERENTE- Y LA MAYORÍA DE LOS OBISPOS Y SACERDOTES CONSIDERADOS SEGUIDORES O SIMPATIZANTES DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN.
En el texto que le leyó al Pontífice, Livieres denuncia que hay un “desorden doctrinal” y “falta de coherencia entre la doctrina de la Iglesia, por un lado, y la actuación de los obispos y sacerdotes, por el otro”. Acusa que en el Paraguay se ha formado una especie de Iglesia nacional o paralela, “en contraposición con la Iglesia universal”.
También dice que la formación de futuros sacerdotes en el Seminario Mayor es más política que teológica, y que él tuvo que crear otro Seminario en Alto Paraná, muy combatido por la Conferencia Episcopal. Propone a Roma buscar a los próximos obispos entre sacerdotes extranjeros, “con firme adhesión a la doctrina ortodoxa”, pasando a retiro a los prelados paraguayos que cumplan la edad límite. El contenido de la carta les cayó como piedra a la mayoría de los miembros de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP), quienes ven en la actitud de su hermano en el Episcopado un gesto poco fraterno. El propio presidente de la CEP y arzobispo de Asunción, monseñor Pastor Cuquejo, llamó a Livieres y lo convocó a una reunión para que rinda explicaciones, en fecha que aún no fue acordada.
El obispo acusador no se muestra preocupado.
En la soledad de su despacho recibió a Última Hora y contestó a todas las preguntas, incluyendo el hostigamiento del que se considera objeto por parte del gobierno de Fernando Lugo, el conflicto que mantiene con sectores rebeldes de su propia diócesis, y su particular visión de cómo debe ser la acción de la Iglesia.
La extensa entrevista la publicaremos por partes, incluyendo en próximas ediciones las críticas que le hacen a Livieres algunos sacerdotes y laicos del Alto Paraná.
-¿Qué es lo que usted cuestiona a la Iglesia paraguaya, en los términos de la carta que entregó al Papa?
-La situación es grave. Desde hace años la Iglesia paraguaya tiene una orientación diferente de la Iglesia universal. El objeto de la Iglesia es lograr la salvación espiritual de las personas y aquí se planteó una salvación terrena, como consecuencia de la teología de la liberación. Hay diversos grados de esta teología y mucha gente está aquí atacada de ese mal, transformando a la Iglesia en una sociedad de ayuda a las personas, en el mejor de los casos.
-¿A qué apunta?
-A veces también en instrumento de violencia y de lucha de clases. Se plantea la opción preferencial por los pobres, una cosa eterna de la Iglesia, y se utiliza eso en clave de marxismo, a partir de los años 60. En la práctica esto se nota en la predicación, que se centra en las cuestiones políticas y sociales, y en la infravaloración de la predicación de la palabra de Dios, especialmente de la catequesis en serio.
--¿Cómo es eso?
-Aquí la catequesis es oral, no es escrita, en contravención a todos los principios de la catequesis. También hay menosprecio de los sacramentos, particularmente del matrimonio. En el Paraguay la gente se casa poco, menos del 50%, se forman familias naturales sucesivas, en donde el hombre va pasando y la mujer queda con hijos de diversos padres.
-¿No tuvo ocasión de discutir estos problemas dentro del Episcopado paraguayo, en lugar de denunciarlo a Roma?
-En marzo, la Santa Sede se dirigió a la CEP, quejándose de que así fuesen las cosas en Paraguay. Se contestó tranquilamente que no existen estos problemas. Los obispos no hemos abierto un debate sobre estas cuestiones fundamentales. Simplemente se ignoró el problema. La discusión en la CEP duró 30 segundos. La Santa Sede se encuentra en el Paraguay sin interlocutor, en buena medida. En setiembre, yo hablé en Roma con un funcionario importante de la Santa Sede, y le pregunté: ¿De dónde ustedes sacan que, en el Paraguay, el clero y los seminaristas están influidos por la teología de la liberación? ¿Acaso el Nuncio les ha dicho esto? Y me dijo: “No, nosotros concluimos esto de las cartas de la CEP, de las homilías o declaraciones de los mismos obispos”.
Creo que los obispos aquí se han acostumbrado a batallar en el campo social, con cierta justificación en la época de Stroessner y ninguna justificación después. Entonces, lo que antes podía ser una situación excepcional, se transformó en lo normal. A mí eso me parece algo muy malo.
-Enterarse por la prensa que usted hizo estas graves acusaciones ante el Papa, no les habrá gustado para nada a sus colegas obispos. ¿Le dijeron algo?
-Me llamó el arzobispo (Pastor Cuquejo, actual presidente de la CEP), preocupado por esta cuestión, y quedamos en hablar con los obispos, oportunamente. Él me va a señalar cuando será. Por supuesto que no les va a gustar. Pero no son cosas que yo dije a espaldas de ellos. Yo las ventilé delante de ellos muchas veces, y me gané la antipatía de muchos. Así que yo hablé con el Papa en segunda instancia. En primera intenté hablar con ellos, y nunca lo conseguí, de un modo que valiera la pena. A lo mejor un ligero comentario, sí, pero no a analizar la cuestión. Ellos ignoran el asunto y dicen: “Esto no existe”. Pero esto sí existe, porque la Santa Sede lo ve, lo vemos todos, menos ellos.
SU FRASE
En marzo la Santa Sede se dirigió a la Conferencia Episcopal, quejándose de que así fuesen las cosas en Paraguay.