Podemos volver a la época de los mensúes con la ley de libranzas, dijo el senador Adolfo Ferreiro. Estoy de acuerdo. Esa ley, que ya fue aprobada en Diputados, quedará aprobada este 19 de mayo si el Senado no hace nada. Con su aprobación, miles de trabajadores se convertirán en eternos deudores, porque sus empleadores les descontarán cada mes una parte considerable del sueldo. En principio, el descuento podrá llegar hasta el 65% del sueldo; sin embargo, con la ambigüedad deliberada con que se redactó el texto, llegaría hasta el cien por ciento del sueldo, que sería el colmo, y no el primero. Ya en mayo pasado, este diario realizó una investigación y descubrió que a miles de docentes se les descontaba el cien por ciento, a causa de un contrato vidrioso firmado con ciertos usureros.
Por supuesto, un usurero nunca dice soy un usurero que exige intereses del cien por ciento, sino que hace firmar papeles con una redacción muy ladina, que no permite descubrir la trampa. En algunos casos, la estafa se disfraza de compra de electrodomésticos (con precios abultados, se entiende).
Los mensúes eran los trabajadores de los yerbales (La Industrial Paraguaya, Mate Larangeira), que se endeudaban al empezar a trabajar para esas empresas, que no les daban las herramientas de trabajo ni lo necesario para comenzar a trabajar. Los mensúes (mensualeros) debían comprarlas en el negocio de la empresa, que le cobraba por un machete el precio de tres machetes y anotaba la deuda en una libreta. La venta a plazos, con sus subidos intereses, estaba hecha de tal manera, que el trabajador era un eterno endeudado, y no podía cambiar de empleo sin haber saldado su deuda, que era imposible de saldar. Si se escapaba, el comisario o el juez de Paz lo capturaba para entregárselo a la yerbatera.
Cambiando lo que se debe cambiar (esto es lo que dice Ferreiro), los trabajadores endeudados por la proyectada ley de libranzas se verán obligados a asumir un compromiso imposible de cumplir, porque la deuda, el descuento, tendrá un carácter irrevocable. A la larga, no podrán pagar, y esto no les importa a los acreedores porque, aunque no recuperen el capital, lo que embolsarán con el cobro de intereses será un importe muy superior al del capital.
Cuanto más se paga, más se debe. Esto lo descubrió un hombre que tenía una tarjeta de crédito y pagaba lo mínimo. El pago mínimo no era gran cosa, pero como le corrían los intereses moratorios y punitorios, la deuda se le iba acumulando. Finalmente, él decidió pagar la totalidad de la deuda y no meterse en tratos engañosos con tarjetas de crédito. Era un hombre que podía pagar, una opción negada a millares de personas engañadas por un sistema de explotación que la ley no debe apañar. ¡Ojalá el Senado se redima rechazando la ley de libranzas!