La estrategia es comenzar una campaña política con una estadística que soporte lo que se quiere vender. El escritor norteamericano Mark Twain dijo una frase célebre: “Hay tres tipos de mentiras, las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”. Las encuestas son estadísticas que las pagan y producen los interesados, pero lo distribuyen gratis como información desinteresada.
El segundo componente son los medios de comunicación tradicional, como la televisión y la prensa escrita. Si bien usan eslóganes sobre la veracidad informativa, los hechos tal cual son, la noticia objetiva, todos tienen su agenda, su candidato, su opinión, su línea editorial. Los medios reportan sobre las estadísticas que ya refuerzan un tema o a la percepción que ellos quieren promover.
Así ha venido funcionado el negocio de poner y sacar presidentes, y de convencer a la población de en quién o sobre qué temas la mayoría va a votar. El supuesto del comportamiento humano está en que la gente no quiere desperdiciar por quién votaría, la mejor idea o por el candidato ganador. El objetivo de la máquina propagandística es posicionar al aparente ganador, para que la profecía autocumplida funcione.
Esta forma en que ha venido manejando el negocio de convencer a las masas ya no funciona y ha producido recientemente fracasos sorprendentes. Las tres pruebas contundentes son: (i) El gobierno inglés apostó a refrendar la permanencia en Europa y la población votó en contra creando el brexit. (ii) El gobierno colombiano apostó a refrendar el acuerdo de paz con las FARC, y la población aunque atemorizada y amenazada rechazó el acuerdo. (iii) El establishment norteamericano presentó la continuidad con una candidata afín, y lo sorprendió el triunfo inesperado de Trump. Las encuestas más prestigiosas se habían equivocado rotundamente, la realidad las descalificó. Los medios dejaron de escuchar a la gente.
No se dan cuenta los promotores del “negocio de elecciones en masa” que la sociedad cambió. Antes se gobernaba a las masas, hoy se debe de gobernar a los ciudadanos. Antes los medios de comunicación promovían a un candidato o idea porque los medios decían concentrar la opinión pública; hoy las redes sociales y las campañas por internet son mucho más efectivas, menos manejables. Estamos en la era de la individualidad, cuando las personas individualmente quieren y ejercen sus elecciones personales y votan hasta en contra de lo que se vende como obvio. La gente ya decide lo que quiere, no traga lo que se le vende. Eso ocurre tanto en un país como Inglaterra con un ingreso per cápita de USD 40.933, así como en Colombia con un ingreso per cápita de USD 7.447. Es una tendencia mundial.
Una consecuencia práctica de esto es la obsolescencia de los partidos políticos. Cada vez más se vota en el candidato, no en el candidato “del partido”. La prueba es que los outsiders destacados (no políticos) como Trump les ganan por lejos a los títeres puestos por partidos políticos. En Paraguay los partidos políticos, en una actitud desesperada de hacer creer que tienen poder, están intentando imponer sanciones a sus miembros, creyendo que el partido aún tiene el poder de manejar e instrumentar a los ciudadanos. Estamos en la era de la individualidad, donde los partidos como intermediarios de la masa importarán cada vez menos, mientras que lo realmente auténtico de cada quien se impone.