Lejos quedaron en el tiempo aquellas épocas en las que la voz de la Iglesia Católica brillaba con intensidad en la sociedad paraguaya, ya sea por la integridad de sus miembros, por la solvencia intelectual de sus dirigentes o por la entregada labor formadora de sus agentes pastorales.
Más lejos todavía aquella época en que se constituía en un faro, en una guía ética imprescindible para sobrellevar la larga noche en que todas las libertades públicas fueron proscriptas y el tejido moral de la nación fue literalmente devastado por la acción corruptora de la dictadura.
Si el caso de Fernando Lugo –su insubordinación y su desordenada vida– supuso una mancha que oscureció el legado de una institución vinculada históricamente a la formación de la cultura paraguaya, el reciente escándalo protagonizado por el obispo del Alto Paraná, Rogelio Livieres Plano –la protección a curas de dudosa moral o de oprobioso compromiso con los liberticidas y su descalificación al arzobispo– significó un golpe casi mortal a la ya escuálida credibilidad de la Iglesia Católica.
Cómo no traer entonces a la memoria aquellas proféticas palabras de Pablo VI cuando, al cumplirse 9 años de su pontificado, en una misa celebrada el 29 de junio de 1972, entreviendo el estrepitoso panorama de división en el que estaba sumida la institución que lideraba, advirtió que “el humo de Satanás” había entrado “por alguna grieta en el templo de Dios”.
Decía el papa Montini: “También en nosotros, los de la Iglesia, reina este estado de incertidumbre. Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre y se siente fatiga en dar la alegría de la fe. Predicamos el ecumenismo y nos alejamos cada vez más de los otros. Procuramos excavar abismos en vez de colmarlos”.
Atinadamente decidió el papa Francisco ordenar una investigación exhaustiva del caso paraguayo, disponiendo la realización de una visita apostólica al Alto Paraná.
Es de esperar que esa pesquisa sea criteriosa e imparcial, pero, sobre todo, que sirva para devolver a la feligresía paraguaya una paz que nunca debió haber perdido. No digamos ya la credibilidad de la Iglesia puesto que, para recuperarla, será mucho el empeño que los católicos deberán poner en su consecución.
Por ahora, cabe destacar la reparadora intervención del Obispo de Roma.