Una de las pretensiones más comunes del hombre contemporáneo es la de creerse capaz de calcular y medir todo, pensando construir una realidad a su medida. La idea es alcanzar el pleno control, para que nada salga de los planes, entorpezca los proyectos establecidos o perturbe el confort alcanzado. Y esto ocurre en diferentes ámbitos y niveles, con la influencia de las ideologías de turno.
Pero esta pretensión, que tiene su lógica y hasta resulta comprensible en un mundo agitado e inseguro, pasa a convertirse en problema cuando supera ciertos límites, y se aleja de lo ético y razonable, y hasta atenta contra la misma naturaleza humana, convirtiéndose, además, en criterio para determinadas acciones.
Entonces en la medicina, por ejemplo, se llegan a forzar partos por cesárea, porque el médico quiere evitar situaciones “no calculadas”, eliminar las sorpresas del parto natural, o, simplemente, salir de vacaciones, dejando de lado los beneficios para la mujer y el hijo. En otros campos hasta se llegan a prácticas abominables y destructivas como el aborto, porque “según lo que se puede medir, calcular y prever”, el nacimiento del pequeño ser humano significaría un verdadero caos para la madre, la pareja o la familia.
Y es así que siguiendo esta presunción eliminamos vidas humanas valiosas; asesinamos a futuros científicos, artistas, talentosos deportistas, líderes sociales y políticos, entre otros. Olvidamos o no queremos ceder ante el hecho de que cada persona es única e irrepetible, y lo que no hizo uno, ya no lo hará otro; la genialidad de uno ya no es la de otro, en caso que la tenga.
Es conocido el caso real del padre asmático, la madre tuberculosa y con cuatro hijos; el primero es ciego, el segundo sordo, el tercero había muerto, el cuarto está muy enfermo. Ahora esperan al quinto, y la pregunta es si recomendaríamos el aborto en esta situación. En caso de que esta madre lo hubiera hecho, se le habría asesinado nada menos que a Beethoven. Da para pensar.
Casos como estos hay cientos. La humanidad disfruta de la voz de Andrea Bocelli, la creatividad de Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), del talento de Cristiano Ronaldo o la genialidad de Steve Jobs (Apple), gracias a que sobrevivieron a estos cálculos, pues todos estuvieron a punto de ser abortados, según relatan.
En el marco del Día del Niño por Nacer, que se celebra este sábado 25, vale reflexionar sobre esta presunción que no deja “puntos de fuga” razonables. La vida, con sus matices, exige reconocer la categoría de la posibilidad, incluso de aquellas imposibles. Frente al ser humano y su inmensidad, basta garantizar el derecho de nacer; el resto, escapa a nuestros cálculos.