Setiembre es el mes sinónimo de juventud. Desde esta perspectiva nos preguntamos: ¿Se están cumpliendo con los derechos de todos los jóvenes o solo de algunos? Cuando pensamos en juventud, ¿lo hacemos pensando en la amplia diversidad de jóvenes? ¿Las actividades que se realizarán para celebrar el Día de la Juventud están pensadas para todos y todas? ¿Habrá accesibilidad arquitectónica y comunicacional, por ejemplo?
Si no existen condiciones para que las personas con discapacidad participen en todo lo que pasa en su comunidad, como los festejos, las actividades recreativas y culturales, estamos como sociedad destinándolas a vivir en el encierro y lejos de construir una sociedad inclusiva, lo que hacemos es fortalecer lo que ya existe, una sociedad que discrimina.
“Hace falta que se hable más, y no mirarles a las personas como bichos raros”, opina Oliver Servín, uno de los jóvenes que participó en el taller sobre derechos, quien expresa un deseo de estar con otros en igualdad de condiciones, de ser parte.
El bicho raro en nuestra cultura es el diferente, al que sistemáticamente se lo excluye de todo, al que no se le invita a las fiestas y cumpleaños, por ejemplo. Y es esta misma lógica la que se reproduce en la salud, en la educación, en el deporte, en la vida cultural o en la justicia, etc. Se trata del ignorado, o en otras palabras, del que no estamos pudiendo cumplir con el derecho a “ser tratados con respeto y dignidad”.
La juventud también es sinónimo de cambio, por eso es importante que los jóvenes con discapacidad sean parte de los procesos de transformación para eliminar las múltiples barreras que existen en el país, no es suficiente tener derechos, hay que ejercerlos y para ello todos tenemos que hacer un gran ejercicio, el de la participación.