Dice el filósofo español Santiago Alba Rico que Rafael Barrett nació con 27 años y murió con 7. Nada de lo que había vivido en casi tres décadas lo había signado tanto como el dolor paraguayo. Aquí escribió lo más importante de su obra, aquí defendió la grandeza del gesto anarquista al lado de los trabajadores.
Josefina Plá llegó a Paraguay de la mano del artista Julián de la Herrería en 1926. Ocho años después escribió en Asunción El precio de los sueños, libro que suele ubicarse como el primero en el que asoma la modernidad de las vanguardias en la poesía paraguaya.
La española escribió toda su obra en Paraguay. Estudió diferentes ámbitos de su quehacer cultural. Solo hacia el final de su vida se le otorgó la nacionalidad paraguaya.
Entre 1962 y 1992, el brasileño Livio Abramo vivió sus días ininterrumpidos en Paraguay.
Durante ese tiempo, además de formar artistas, se erigió como el gran renovador del arte xilográfico local, con series de tema paraguayo que se sumaron a las que había realizado con tema brasileño. Falleció en Asunción, rodeado de afectos paraguayos.
Agustín Barrios, quien nació en nuestro país, tuvo que abandonarlo poco antes de cumplir los 40 años, para nunca volver.
“Una persona no puede ser un guitarrista sin haberse bañado en la fuente de la cultura”, dijo alguna vez, y eso fue lo que hizo con la paraguaya, a pesar de que aquí fue víctima de la ignorancia y el desinterés. Murió en El Salvador en 1944.
El año en que Barrios se iba, José Asunción Flores inventó la guarania. Gran parte de su obra la compuso en Buenos Aires, de donde no pudo regresar por el exilio a que lo sometió la dictadura de Stroessner, hasta su muerte en 1973.
Hoy hasta dos calles de Asunción llevan su nombre (la avenida Costanera y otra que cruza el barrio Mburicaó), pero durante décadas el músico compositor era un anatema.
Augusto Roa Bastos y Gabriel Casaccia no escribieron ninguna de sus grandes obras en nuestro país, a pesar de que la materia de la que están hechas tiene relación directa con los dramas históricos del Paraguay.
En 1982, el primero fue expulsado del país y se le confiscó el pasaporte. Ya no era paraguayo para la dictadura.
Aun así, todos ellos fueron paraguayos y paraguayas sin serlo, y no lo fueron habiendo nacido aquí, habiendo encontrado en otros lugares menos hostiles.
Lo que en última instancia los une es su amor por este puñado de tierra al que cantó, con nostalgia de mar, otro arrojado de su latitud perenne: Herib Campos Cervera.
Por eso, no importa ni dónde naciste ni dónde estás.
