Los premios Nobel, tan criticados como alabados, han sido parte de la controversia desde su creación. Como ya es habitual, los rubros sobre la paz y la literatura son los que suelen levantar más polvareda internacional. Del premio de la paz al presidente de Colombia no hablaré; mucho ya se ha dicho al respecto. Me interesa el dado a Bob Dylan, quien se ha llevado el de literatura.
De buenas a primeras, toda discusión queda cerrada al afirmarse que Dylan es un poeta, ha producido poemas fantásticos, que también hacen de letras a sus canciones. Como el Nobel de Literatura ha sido entregado desde siempre a poetas, no es para nada extraño que ahora lo lleve el norteamericano. ¿Quién no recuerda aquella escena de Tango Feroz, donde el rockero protagonista logra romper con su prejuicio que afirmaba que las canciones en inglés eran superficiales cuando su novia le hace escuchar una canción de Bob Dylan y se la traduce?
Hay que decirlo, Dylan es conocido mundialmente como cantautor, como músico. De ahí lo sorprendente del premio para muchos. Desde este punto de vista, este premio debe ser tomado como un espaldarazo a la vena artística, poética, que siempre tuvieron el folk, el blues y el rock. Es un reconocimiento a todos los grandes poetas de la canción, que desde ahora entran también en seria competencia con los tradicionales escritores. Si alguna vez el premio se lo llevaban filósofos ensayistas como Rudolf Eucken, Albert Camus, Bertrand Russell, Henri Bergson, y dejaron de dárselos luego de que Jean-Paul Sartre lo rechazara, ahora ya se lo llevarán los de la gran tradición musical a la que Dylan honra.
De los efectos colaterales surgidos de este sorpresivo galardón a Dylan, es posiblemente el concepto de literatura uno de los que vuelven a resonar. Desde aquella búsqueda frenética del mismo Sartre por definirla desde el compromiso del escritor, han sido innumerables los intentos. Su compatriota Roland Barthes afirmó: La “literatura” es ciertamente “un código narrativo, metafórico, aunque también es el lugar en que se encuentra comprometido un inmenso saber político”. Para el efecto, lo de George Steiner me parece determinante: “La literatura no es más que una de las modalidades de la forma expresiva, una manera de hacer presente. La música y las artes figurativas son universales en un grado mayor. Además, en el mismo seno de la literatura, la composición y la trasmisión orales sobrepasan ampliamente los usos de la palabra escrita tanto por el tiempo como por el volumen de producción”.
Ya Walter Mignolo nos recuerda que al ser un concepto vacío, la literatura permite la ambigüedad en su seno. Ahora que Bob Dylan se lleva un premio emblemático, las preguntas seguirán. Solo podemos estar seguros de que la respuesta está soplando en el viento.