Sabemos que en la vida del dictador Alfredo Stroessner además de una esposa hubo amantes por doquier. Pero eso no fue lo peor que hizo; los cuernos a la buena de doña Ligia no fueron lo peor. No, señora.
Stroessner, además de intentar hacer desaparecer a todos los comunistas, sindicalistas, liberales, estudiantes rebeldes, febreristas, campesinos protestones y algunos colorados contestatarios, tenía otro pasatiempo: le gustaban demasiado las niñitas.
Esta no es una leyenda urbana. Hay testimonios, y las denuncias están registradas. En un video, registrado en el Museo Virtual Meves (Memoria y Verdad sobre el Stronismo), donde una testigo relata que el coronel Miers, entonces comandante del Regimiento Escolta Presidencial, mantenía un harén con varias nenas de entre 10 y 15 años, y que “las más finas eran traídas a Stroessner para ser violadas”.
Los testimonios apuntan a que existían varias casas a donde eran llevadas las niñas secuestradas en el interior y mantenidas en harenes, a disposición del dictador.
Así como leyó, señor. El general Stroessner era un depravado, un monstruo. Y la historia que recientemente cautivó a la teleaudiencia, con una amorosa carta de por medio, en la que el dictador confiesa a una joven (madre de tres stroessnercitos) que su amor por ella es tan grande como una carreta, solo aporta un poco de distracción a nuestra convulsionada realidad.
Stroessner pudo haber sido un padre amoroso para sus hijos, pero con el resto del pueblo paraguayo fue malísimo.
Yo diría que si mezclamos a Hitler, con Darth Vader, Atila, Lord Voldemort, Cersei Lannister y Sauron, todavía quedaríamos muy tibios para describir al dictador que nos tocó soportar por estos lares.
El chisme que se hizo noticia la semana pasada, no trata de amor. Es, en realidad, una batalla por el dinero del dictador, por una herencia de muchos millones de dólares, amasados mientras solo algunos paraguayos podían dormir con las ventanas abiertas.
Pero la vida siempre da alguna revancha, aunque sea tarde y aunque sea chiquita. Y ahora, mientras gran parte de la sociedad se conmueve con el “dictador enamorado”, algunos restos encontrados en una fosa en la Agrupación Especializada comienzan a tener un nombre y un apellido. Son huesos de gente que quería un país mejor, y acabó enterrada en fosas comunes por orden, precisamente del dictador enamorado. Y esa, no es ni de lejos una historia de amor.