Ángel
Barrientos
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Olimpia, una vez más, hizo honor a su historia y con mucho carácter, más que fútbol, superó merecidamente a Independiente del Valle, anoche, por 3-1, y anotó su nombre en la siguiente fase de la Copa. Viejo y peludo, sacó su chapa de favorito y con el jugador número doce en las gradas, que empujó siempre, dio los golpes certeros a un rival que pecó de inocente en algunos pasajes de juego.
jerarquía. La experiencia e individualidad primaron más que el juego colectivo. La necesidad de ganar era lo que importaba finalmente, y la interpretación dentro de la cancha fue unánime por parte de los jugadores. Los goles, que brillaron por su ausencia en la pretemporada, aparecieron todos cuando la necesidad apremiaba.
perseverancia. Finalmente el resultado final es premio a la perseverancia, a no rendirse jamás, a pesar de las dificultades. Sin jugar bien, y con el marcador de 2-0 a favor, todo indicaba que la cuestión estaba resuelta. Un horror de Azcona casi apagó la ilusión de millones de hinchas.
Tanta agua caída en el Defensores se convirtió en santa en el ocaso del partido cuando emergió la gigante figura de Roque Santa Cruz, quien, más vigente que nunca, metió de cabeza a Olimpia a la siguiente fase y fue el responsable de la explosión de felicidad.