El verdadero problema de la reelección es que nadie ha planteado si nuestra sociedad poststronista se encuentra en el 2017 cívicamente madura en su convivencia democrática como para avanzar hacia la figura de la reelección. Los últimos hechos pro enmienda demuestran claramente que no lo estamos aún.
Puesto así, quién me garantiza que en el futuro no se recurrirá a artimañas legales para forzar una única reelección (recuerde que EN NINGÚN CASO habrá reelección, dice la Constitución Nacional de 1992 y, sin embargo, los cartistas ya lo tienen como un hecho) a una segunda y luego a una tercera y así llegamos a eternizar en el poder a un poderoso, un autoritario, un ambicioso, a un déspota y su cortejo voraz de aduladores –otra vez–, parecidos a los que nos habíamos quitado de encima en el 89.
El problema no es la reelección. Es cierto que muchas veces son pocos los cinco años para que un gobernante realice todo lo que sueña para su país y sus conciudadanos, que en definitiva es el bienestar que nos permitirá aspirar a la felicidad como sociedad y como individuos. Ese es el sentido de la reelección en una democracia y por eso considero válido aspirar a dos mandatos consecutivos; más, no.
Sin embargo, el planteamiento que actualmente nos quita el sueño arrancó de contramano y abriéndose paso con total caradurez nos pone en puertas de una procaz violación de la Carta Magna, madre de nuestras leyes y el Estado de derecho. El motivo: asegurar a como dé lugar un segundo mandato al hombre que rescató de las garras de la izquierda zurda (entiéndase liberales, comunistas, apátridas y vendepatrias, en la jerga colorada de los años ochenta) las riendas de la nación y, por ende, la administración de los recursos del Estado, tanto financieros como humanos.
No tengo problemas con Cartes, más allá de las críticas a su gestión que nos retrotrae peligrosamente a un pasado autoritario; pero no puede aspirar a la reelección porque actualmente no está habilitado, ni él ni Fernando Lugo ni Nicanor Duarte Frutos, ni los otros que ni están ahí interesados. Se debe plantear el cambio de la Constitución Nacional, es necesario, eso nos ejercita en nuestras convicciones democráticas, pero no a lo loco y atropellando desvergonzadamente a todos quienes tratan de poner algo de razonamiento en el tema.
La diferencia es muy clara: La reelección la plantean los cartistas mirando a la figura de Horacio Cartes, la personificación del poder. Nada nuevo, eso ya lo hizo Alfredo Stroessner durante treinta y cinco años. La otra es plantear la reelección como una modernización del sistema de gobierno que en la actualidad necesita un Estado para su mejor administración, lo cual beneficiará a todos finalmente. Pero esto no lo entienden los pro enmienda ni aunque se los hagamos con dibujitos.