18 abr. 2024

El Paraguay regalado

Por Gustavo A. Olmedo B. golmedo@uhora.com.py

Más de 30 mil paraguayos dieron su vida en la Guerra del Chaco (1932-1935), en defensa de un territorio que, tristemente, hoy se entrega al mejor postor, sin ningún tipo de control ni regulación del Estado, el que, como en otros tantos casos, se encuentra ausente e indiferente ante una problemática que sume en la miseria y el abandono a miles de compatriotas, y entrega impunemente la soberanía territorial y cultural del país.

Brasileños y uruguayos, principalmente, van adueñándose del Chaco paraguayo, según denuncias publicadas en ÚH esta semana. Unos, para la producción pecuaria, y otros, para la especulación inmobiliaria. En cualquiera de los casos, los campesinos paraguayos terminan viviendo en las cunetas de la ruta Transchaco, en situación de extrema pobreza, después de haber malvendido sus tierras o ser expulsados por falta de títulos o la superposición de ellos. “En Alto Paraguay ya casi todo está vendido a los brasileños; el 80% de las tierras compraron los brasileños”, afirma Mons. Lucio Alfert, obispo del Vicariato Apostólico del Pilcomayo, a lo que César Achucarro, de la Gobernación de Boquerón, añade que la zona norte de Mariscal Estigarribia se encuentra en similar situación. Los pequeños productores venden sus tierras ante la falta de apoyo gubernamental para enfrentar fuertes sequías o inundaciones.

El problema de la tierra es de larga data en Paraguay y nunca fue tomado con seriedad. Aquí no se respeta la Ley de franja de seguridad nacional, que prohíbe la compra de propiedades en una franja de 50 km adyacente a las líneas de frontera. En nuestro país, según datos extraoficiales, unas 5 millones de ha. están en manos de colonos brasileños, mientras que en Brasil se restringe la venta a extranjeros.

Aquí los latifundios gozan de buena salud, pues un poco más del 2% de la población es propietaria del 80% de las tierras. En Paraguay tampoco existe división territorial para un aprovechamiento equilibrado de los recursos, lo que permite el avance descontrolado de los cultivos de soja, con más de 3 millones de ha en la actualidad. Algo similar a lo que ocurre con la ganadería.

A todo esto habría que agregar los conflictos que han surgido a causa de la tierra, con efectos sociopolíticos y económicos de magnitud, entre ellos los de Ñacunday (con el Grupo Favero), Curuguaty, y el actual Guahory, entre otros.

No se trata de una cuestión de xenofobia, sino de insistir en la necesidad de un Estado serio y honesto con la protección y administración de un recurso tan vital, del cual depende no sólo el desarrollo del país sino, y principalmente, el sustento, la cultura y el arraigo de miles de familias paraguayas.

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