23 abr. 2024

El Festival de Hielo de Harbin se consagra como el rey del invierno chino

Esculturas y grandes construcciones de hielo, adornadas con luces de colores, maravillan a los visitantes que acuden a Harbin (noreste de China) y que abarrotan sus calles pese a unas temperaturas de hasta 25 grados bajo cero.

Un hombre trabaja en una escultura de hielo durante el Festival de Hielo de Harbin (noreste de China). EFE

Un hombre trabaja en una escultura de hielo durante el Festival de Hielo de Harbin (noreste de China). EFE

EFE

Esta ciudad, capital de la región de Heilongjiang, la más septentrional del país, recibe cada invierno a más de un millón de turistas, en su mayoría chinos, atraídos por las colosales estatuas de agua congelada y nieve con forma de templos, pagodas, palacios o budas del Festival anual de Hielo y Nieve.

La cita, que celebra su trigésimo tercera edición este año, se concentra en tres grandes áreas como el parque Zhaolin, situado en el centro de la ciudad, aunque también presenta esculturas repartidas por 21 plazas, 32 calles y otros 56 puntos de interés.

En el Zhaolin, los niños aprenden a esculpir el hielo de la mano de estudiantes de arte de la ciudad. Algunos con más pericia que otros, pero finalmente todos contemplan orgullosos unas obras que permanecerán a la vista de los turistas hasta que los primeros calores primaverales las derritan.

Al final de la calle Zhongyang, una avenida peatonal de inspiración rusa, se halla el río Songhua, cuyas aguas congeladas pueden atravesar a pie los turistas, aunque también pueden llegar a la otra orilla en carros de caballos, pequeños trineos tirados por ‘huskies’ siberianos o incluso en ‘buggies’.

En la margen norte del Songhua se sitúa la Isla del Sol, que alberga uno de los principales recintos del Festival, dedicado a esculturas de nieve de diversos temas. Entre numerosas referencias al Año del Gallo -que arranca el próximo 28 de enero-, destacan las representaciones religiosas y los temas invernales.

Incluso la actualidad y la denuncia social tienen su hueco en la competición estudiantil de esculturas de nieve, como demuestra “Niebla”, una talla que ganó el segundo premio y que presenta a una persona atravesada por rascacielos y encerrada entre cuatro torres de refrigeración de centrales térmicas que expelen material contaminante.

Las tradiciones locales se entremezclan con el folclore internacional en algunas de las creaciones, como la que representa un Papá Noel en un trineo tirado por dragones chinos.

Pero si algo tienen en común todas estas obras de arte es el colosal tamaño, como demuestra la figura central de la exposición, titulada “Canción de amor”, que requirió 30.000 metros cúbicos de nieve y con unas dimensiones de 103 metros de ancho por 31 de alto.

Los pocos occidentales que se atreven con Harbin muestran su satisfacción por haber emprendido la aventura. “Es maravilloso”, explica a Efe David, un turista estadounidense que asegura que “nunca había visto nada igual”.

Al caer la noche, la mayoría de los turistas cambian el blanco paisaje de las esculturas de nieve por las luces de neón del Mundo de Hielo, que sorprende con altísimas estructuras de hasta 42 metros construidas con agua congelada. Los más pequeños suben a lo más alto de las fortalezas de hielo y se deslizan por los toboganes.

Este espacio de 800.000 metros cuadrados alberga asimismo las esculturas de hielo que participan en competiciones del más alto nivel, con destacada participación de equipos chinos, rusos y mongoles. Las figuras de estos últimos parecen atraer especialmente las miradas de los curiosos por su brillante ejecución.

Las coloridas estructuras se recortan contra el cielo nocturno y crean un mundo de fantasía en el que tan solo algún resbalón en el suelo congelado puede hacer desaparecer la magia del ambiente y las caras de asombro de los turistas que luchan contra el frío extremo.

La organización del festival tiene en cuenta lo difícil que puede ser para visitantes soportar temperaturas tan bajas y ha dispuesto distintas estancias como cafeterías, restaurantes o incluso una pista de curling y un desfile de moda.

“No lo entiendo”, dice Li, camarera de uno de los restaurantes, al añadir: “Es muy bonito, pero hace muchísimo frío”.

Víctor Escribano