24 abr. 2024

Donald Trump

Por Enrique Vargas Peña

Por Enrique Vargas Peña

Por Enrique Vargas Peña

Faltan pocas horas para que sepamos si, finalmente, el establishment político norteamericano logró frenar, o no, a Donald Trump, candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, pero principalmente candidato de los “antisistema”.

Se está usando mucho aquel término en estas últimas semanas, establishment, que según el Oxford dictionary significa “un grupo en la sociedad ejerciendo poder e influencia sobre asuntos políticos, de opinión, de gustos, visto como opuesto al cambio” (http://bit.ly/2edGaBq).

No creo que debamos sorprendernos de que el establishment haya desarrollado contra Donald Trump la campaña más sucia de la historia de Estados Unidos. Nadie había despreciado antes al electorado que no vota por él, como lo ha hecho Hillary Clinton, que lo ha calificado de “deplorable”.

Confieso, antes de seguir, que los candidatos antisistema generalmente tienen mi simpatía y que por ello me he equivocado muchas veces, apoyando a Hugo Chávez, hasta bien después del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, o a Horacio Cartes, hasta que la suma de acciones inconstitucionales que llevó adelante me certificó incontrovertiblemente mi error.

Por esos y otros casos creo haber aprendido finalmente que muchos candidatos antisistema son remedios peores que la enfermedad que dicen combatir y que es preferible soportar más tiempo el mal conocido que saltar de la sartén al fuego.

Esto no significa que el establishment sea bueno. El establishment venezolano derrocado por Chávez era una maquinaria de corrupción que solamente comparada con Nicolás Maduro parece preferible y los prebendarios que Cartes dijo que iba a combatir son aceptables solamente si se los compara con los proponentes de la dictadura “a-la-Stroessner” que nuestro presidente contrata y promociona.

Nadie sabe aún si en pocas horas más Trump se convertirá en presidente-electo de Estados Unidos, y menos aún si, eventualmente, el presidente Trump empujará a la democracia norteamericana a la catástrofe que anuncian sus detractores.

Pero ya sabemos algunas cosas con certeza. Sabemos ya que un porcentaje grande de los ciudadanos norteamericanos está disgustado con la manera en que el establishment ha estado conduciendo los asuntos públicos. Es el electorado de Trump.

Ninguna encuesta que haya llegado a mi conocimiento ha mostrado, hasta el momento en que escribo este material, que los ciudadanos norteamericanos estén desilusionados de su democracia y lo prueba el alto nivel de aceptación con el que el presidente saliente, Barack Obama, está terminando su gestión, pero todos los sondeos coinciden en que el número de enojados con el establishment es importante.

Trump no será, si gana, el primer presidente antisistema que elijan los norteamericanos. Abraham Lincoln, fundador justamente del Partido Republicano, es el más importante de ellos, pero también se puede mencionar a Franklin Roosevelt, demócrata, y a Ronald Reagan, republicano.

A pesar de que el establishment fulminó contra todos esos candidatos antisistema cosas parecidas a las que ahora está diciendo contra Trump, aquellos fueron todos grandes, enormes presidentes de Estados Unidos.

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