18 abr. 2024

Cuando la fe abandona la razón

Por Gustavo A. Olmedo B. – golmedo@uhora.com.py

Si en estos tiempos todavía existen personas capaces de recurrir a la violencia ciega, sembrar muerte y terror en nombre del Corán, o de Alá o cualquier otro dios, es porque la fe que dicen profesar –o la interpretación distorsionada de ella– es absolutamente irracional, y, por tanto, inhumana.

Tristemente es lo que se ha comprobado una vez más con los atentados ocurridos el martes último en Bélgica, donde los terroristas del ISIS, o Estado Islámico, atentaron con bombas matando a decenas de personas e hiriendo a más de 200. Algo absolutamente deleznable y sin sentido.

El Estado Islámico se autoproclama califato, por tanto, reclama la autoridad religiosa sobre todos los musulmanes del mundo, y pretende unir todas las regiones habitadas por estos bajo su control, y para ello no duda en decapitar a niños y adultos; violar y esclavizar mujeres, asesinar a sangre fría; han perdido todo respeto por la vida humana.

“La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad...”, decía en su encíclica Fides et ratio el entonces papa Juan Pablo Segundo, añadiendo que “Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad...”.

Y este es un punto clave, pues cuando el reconocimiento de Dios descarta la razón, se vuelve dañino y peligroso; al igual que cuando se exalta esta última, despreciando la fe y la trascendencia, como de hecho lo demuestran tantas ideologías en la historia que han dejado millones de muertos a su paso, rindiendo culto al racionalismo y materialismo, y despreciando cualquier manifestación de infinito que naturalmente brota del corazón de todo ser humano.

Si bien muchas políticas aplicadas en Medio Oriente por países occidentales en nombre de la democracia son caldo de cultivo para las radicalizaciones del Islam, nada puede justificar estos actos de terror. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. “Dios no se complace con la sangre...”, recuerdan los teólogos. Y aquí no se trata de estar contra los musulmanes ni meter a las religiones en una misma bolsa, acusándolas de todas las desgracias, como muchos ignorantes lo hacen; sino en comprender que la verdadera fe es aquella que va unida a la razón, y, por ende, a la realidad, con sus desafíos y valoraciones. El hombre de fe no tiene otro camino para encontrar a Dios que la misma realidad; la que él está llamado a abrazar sin censuras y a mirarla incluso con misericordia ante el dolor y la vergüenza del propio mal.

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