La vía de la condonación, del subsidio o de alguna asistencia extrema estatal parece ser la única válida y es una constante a la hora de sostener estructuras a punto de derrumbarse o a sectores sobreendeudados, al no aparecer opciones que encaminen hacia un crecimiento de todos los ámbitos.
El drama campesino y la intención de sus representantes de que finalmente impere el subsidio para liberarles de los pasivos tomados en su producción –tema que aún debe ser tratado en Diputados y luego analizado en el Poder Ejecutivo– obliga a evocar otras ayudas emanadas desde las esferas públicas, para sacar del atolladero a grupos de presión que no avizoran alternativas, sino tan solo que aparezca papá Estado para el salvataje.
No se niega, obviamente, que la coyuntura económica actual se traduce en muchas ocasiones en un fracaso de las políticas públicas para dotar a algunas estructuras (como las asociaciones de pequeños productores) de suficiente capacidad, con el fin de enfrentar el mundo real y la competitividad requerida.
Los gobiernos fueron dejando al azar la productividad de varios segmentos vulnerables, incumpliendo en la asistencia técnica o crediticia, lo que genera una bola de nieve de pérdidas y atraso.
Al observar otras esferas, se trata de ayudas realizadas a grupos que tuvieron la opción de dar el salto, estuvieron en mejores condiciones financieras, munidos de gran infraestructura, pero que por malas gestiones y decisiones erróneas se vieron arrinconados a un tendal de pasivos que ya no pudieron ser revertidos. Estos colectivos, principalmente representados por seudoempresarios que no entendieron el tono de los tiempos, recibieron una mano mediante subsidios y ayuda para seguir operando en el mercado.
El modelo fomenta, en consecuencia, que todos miren al final de cuentas al centralismo de un estamento que, llegado el caso, puede recurrir a los recursos de los contribuyentes, sacar cuentas y determinar que sí puede existir el subsidio o la condonación, utilizando el ingreso que debería ser invertido más bien en potenciar la infraestructura y la especialización del talento humano.
Lamentablemente, las decisiones en las altas esferas no obedecen a estudios técnicos o a recomendaciones basadas en evidencias de lo que sucede y podría acontecer a futuro, sino de acuerdo con los vientos que soplan y los intereses político-partidarios, más aún cuando se acerca la época electoral, tiempo en que debe emanar recurso rápido y fácil para movilizar la maquinaria que catapultará a los nuevos candidatos.