El organismo en sí está expuesto a entrar en contacto con virus y bacterias, y más cuando hay bajas temperaturas. Durante el frío los ambientes tienden a estar menos ventilados y esto suele acarrear problemas de salud.
El problema real existe cuando las defensas están bajas y propician la entrada casi directa para cuanto patógeno se cruce. Entonces, ante un simple cambio climático aparecen las congestiones, gripes y resfríos.
La alimentación es un factor fundamental para pasar las estaciones de bajas temperaturas de manera saludable.
“Las defensas pueden bajar tanto por una malnutrición por exceso, es decir, una obesidad, como por déficit o desnutrición. Es por esta razón que lo primero que se debe pensar es en fortalecer al organismo con una correcta nutrición”, explicó Alejandra Leiva, coordinadora general de la Unidad de Nutrición del Hospital Central del IPS.
Lo que generalmente ocurre en invierno es que el cuerpo nos pide más calorías para mantener su temperatura y esto se suma al alto consumo de grasa saturada.
La alimentación debe cubrir los requerimientos energéticos individuales y contar con una buena cantidad y calidad de alimentos de todos los grupos de forma equilibrada.
Los nutrientes que están estrechamente vinculados al sistema inmune son las grasas buenas, que encontramos en pescados, frutos secos, aceites vegetales, semillas y palta, entre otros, que aportan ácidos grasos esenciales.
Por otro lado se recomienda llevar una ingesta diaria de unas 3 porciones de lácteos descremados, como leche o yogur, que además de ser fuente de calcio, aportan proteínas que contribuyen a la formación de anticuerpos.
Otro gran aliado a la hora de cuidar la salud son los yogures con probióticos que mantienen la flora intestinal en buen estado, protegiendo al organismo contra bacterias nocivas y manteniendo el buen funcionamiento del aparato digestivo.
Las frutas y verduras son riquísimas en vitaminas y minerales, que también contribuyen al funcionamiento del sistema inmune. Con cinco porciones diarias se alcanzan las cantidades adecuadas para proteger el cuerpo. Es preferible que se consuman crudas para que no pierdan ningún nutriente.
No olvidarse de hacer ejercicios
La actividad física regular también contribuye al aumento de las defensas. 150 minutos semanales es la recomendación y se pueden alcanzar muy fácilmente. Además, así se evita el sedentarismo y los efectos nocivos que trae consigo.
No olvidarse del líquido vital que forma parte de una dieta sana y equilibrada. El agua forma parte de todos los fluidos corporales, incluyendo la linfa, que forma parte del sistema inmune y contribuye al funcionamiento normal de cada una de las células del cuerpo. Se recomiendan de dos a tres litros por día.
Finalmente, se debe procurar reducir el nivel de estrés, dormir las horas suficientes todos los días y evitar hábitos nocivos como fumar, beber alcohol en exceso y otras drogas, ya que se vinculan estrechamente con la depresión inmunológica.