Primeramente, lograron la aprobación de una Ley de Emergencia Nacional que obliga a las instituciones del Estado a prestarles servicios múltiples en salud, vivienda, trabajo, ayuda técnica, transporte, etc., a todos los campesinos. Y con dos agravantes: como consecuencia directa de un artículo de la Constitución y continuadamente, cosa que nunca hicieron. Además, esta ley cuestiona a un presidente de la República que si no la cumple aparecerá como perjuro. Lograron además el derecho a participar de la comisión que va a redactar su articulado.
En segundo lugar, han puesto públicamente a la opinión pública el tipo de pobreza extrema de la clase campesina paraguaya. Pedían ayuda para defender de los usureros sus tierras para que no fueran vendidas a los sojeros. Dieron a conocer que antes de 10 días perdían por muerte a un compañero que, a pesar de tener neumonía, venía valiente a defender sus derechos.
Descubrieron la mentira del presidente cuando vetó el subsidio diciendo que costaría al Estado 3.200 millones de dólares. Mostraron públicamente quiénes estamos en el Paraguay por la equidad y quiénes no. La importancia de la unidad de los grupos sociales, que hicieron su autocrítica por la falta de ella. También que, aun viviendo con el presupuesto del 2016, Hacienda puede encontrar la plata para el subsidio.
Los campesinos ciertamente vinieron con las manos vacías. Se marchan con las manos llenas con una Ley de Emergencia, habiendo descubierto la hipocresía del sistema y levantado la moral del pueblo con su ejemplo.
Cuando vuelvan se irán con las manos completamente llenas; somos mayoría los que ya estamos con ellos.