Acostumbrados a los proyectos burbuja –muy frecuentes en el Paraguay–, que entusiasman y acaparan la atención de los medios de prensa por un tiempo, y repentinamente acaban, de pronto sorprende gratamente enterarse de que la ciudad de Atyrá sigue siendo la ciudad “más limpia del país”. Y no solo esto, sino que acaba de ganar un nuevo reconocimiento internacional.
Esta vez por su modelo de gestión sustentable. Fue seleccionada entre 600 municipios interamericanos por el Instituto de Administración Pública y Servicios Comunitarios, en la XXII Edición de la Conferencia Interamericana de Alcaldes y Autoridades Locales, que tiene lugar en Miami.
Ahora Atyrá se propone ser ejemplo en la gestión de residuos sólidos y en reciclaje. Ya está embarcada en un proceso para ello. Pero lo bueno de esta noticia no es solo el nuevo galardón, sino la constatación de que en esta ciudad cordillerana prendió el ejemplo, se creó conciencia sobre el valor de la limpieza y el respeto al medioambiente, funciona la gestión participativa y se generó la conciencia ciudadana que con tantas ganas trabajó don Feliciano Martínez, aquel recordado intendente patriaqueridista de este Municipio, a principios de los 90.
La gente lo recuerda barriendo las veredas, trabajando mano a mano con la comunidad, enseñando con el ejemplo.
“Cuando uno es autoridad tiene que tratar de ser un educador con el testimonio, con el ejemplo, y eso le llega a la gente. Cuando tu gobierno es participativo e incluyente, cuando todos participan, todos dan su opinión, eso genera en la gente una adhesión espontánea y participativa, da su esfuerzo”, pensaba don Feliciano. Él lo comprobó.
Creó en la población un sentido de identidad. Los atyreños se llenaron de orgullo por la transformación que iban logrando en el lugar en que residen.
Se involucraron niños, jóvenes y adultos. Consiguieron ubicar a Atyrá en el puesto número siete de la ciudad más limpia en América y en el octavo, en el mundo.
Las autoridades que sucedieron a don Feliciano no pudieron sustraerse al proceso generado, porque la gente se apropió de él. Por eso se tornó irreversible y continúa.
Atyrá es el triunfo sobre el cortoplacismo y la propaganda. Es la suma de voluntades, por encima de las banderías políticas y las mezquindades que caracterizan a los políticos oportunistas que ocupan cargos para servirse de él y no para servir desde él.
Si los intendentes de los restantes 249 municipios del Paraguay quieren emular buenas prácticas y una gestión exitosa, no precisan viajar al exterior. Solo deberían estudiar con detenimiento lo que sucede a 60 km de Asunción, en Atyrá, y comenzar por convertir a sus comunas en lugares amigables, limpios y bellos porque sus habitantes colaboran a que sean así.