EFE
No anular la prohibición del burkini -que rige en una treintena de localidades playeras francesas desde principios de agosto- “sería perder una ocasión para acabar con los ataques a las libertades de expresión y religión de las mujeres y a su derecho de no ser discriminadas”, declaró la asociación en un comunicado.
La más alta jurisdicción administrativa francesa examina mañana un decreto municipal que prohíbe el uso del burkini y su decisión sentará jurisprudencia sobre esta cuestión.
A los efectos, AI previno de que su prohibición “se funda y nutre en prejuicios e intolerancias” y no, como pretextan las autoridades francesas, en la protección de los derechos de las mujeres, en razones de seguridad, higiene u orden público, “estereotipos negativos todos ellos contra una minoría ya estigmatizada”.
Lo que sí se consigue con esa medida discriminatoria -resaltó- es “favorecer una humillación pública”, además de que “su aplicación conlleva violencias y un trato degradante para las mujeres y niñas musulmanas”.
El Gobierno socialista ha descartado oficialmente legislar al respecto, pero en su seno reina la divergencia a favor o contra el burkini y mientras la titular de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, considera su prohibición “peligrosa para la cohesión nacional”, el primer ministro, Manuel Valls, la respalda.
Valls coincide con el expresidente y candidato presidencial conservador Nicolas Sarkozy, quien hoy reiteró en su primer mitin para las primarias de su partido, Les Republicains, su deseo de una ley contra el velo y otras prendas que tachó de “provocaciones militantes y políticas”.
Previamente, al término de una reunión de socialdemócratas europeos en Celle Saint Cloud, a las afueras de París, el presidente francés, François Hollande, estimó en una velada alusión a la cuestión “que la cohabitación implica que cada uno se ajuste a las reglas y que no haya ni provocaciones ni estigmatizaciones”.