Las elecciones generales del 30 de abril se realizarán sin un debate previo de los candidatos a presidente de la República. Votar a ciegas degrada la democracia. Los ciudadanos al escuchar los contrapuntos de los candidatos tienen la posibilidad de valorar mejor las propuestas que ofrecen. En este tipo de foros, las propuestas irreales caen por sí solas y el votante tiene la posibilidad de dimensionar en su justa medida.
Los debates presidenciales sirven para que el ciudadano pueda conocer de la dialéctica, el camino que seguirá cada postulante al Ejecutivo en sus diversos aspectos: económico, político, social, acciones contra la corrupción y la delincuencia, entre otros. Lo que le puede esperar al país en los próximos años con tal o cual candidato. De allí la trascendencia de un cruce de ideas y plataformas entre los presidenciables.
Principalmente referentes del sector económico lamentaron que no se haya podido concretar un debate entre los postulantes al Palacio de Gobierno, donde se pueda hablar y exponer sobre los temas de dicho ámbito y que las campañas proselitistas tuvieron poco foco en la economía.
Estos cruces de posturas pueden tener influencia en los indecisos. Igualmente pueden motivar a los abúlicos a acudir a los locales de votación para sufragar. Por eso es que la falta de un debate en la campaña electoral representa un vacío importante en este proceso democrático que el Paraguay sigue andando desde hace 34 años.
La ausencia de debate sobre los problemas de fondo de la República no le ayudan al elector para saber elegir. Es lo que siempre se le pide al ciudadano, no solo votar sino que saber elegir. Si los candidatos no coincidieron para dar a conocer sus ideas en un foro múltiple, sin entrar a analizar los motivos, se le resta la posibilidad al ciudadano de elegir mejor con la mayor cantidad de elementos de juicio.
En este contexto no se puede dejar de admitir también que están los votos duros. Votan directamente por los colores y se dejan llevar por el caudillismo. Pero se debe intentar siempre por un cambio cultural, en optar por propuestas razonables y mirar quién es el candidato, atendiendo a que en las generales asimismo se elige a senadores, diputados, gobernadores y miembros de las juntas departamentales. Fuera de los presidenciables Efraín Alegre, Santiago Peña, Payo Cubas y Euclides Acevedo, como los mejor posicionados, existe una variada oferta para el elector en sus diferentes comunidades.
La democracia perdió al no haber esta vez una discusión sobre propuestas entre los presidenciables, como sí se realizó en anterior ocasión. La participación ciudadana en los comicios debe alentarse de diversas maneras. Una de ellas es precisamente con la presentación de las plataformas electorales en los espacios de discusión.
Así las cosas, pese a más de 30 años de su génesis, seguimos con una democracia adolescente. Ya es hora de que madure, que dé un salto de calidad. Eso dependerá de cada ciudadano, actuando con civismo en los diferentes niveles. Para ello también se debe dejar de lado el caudillismo, no dejarse arrear como ganado hacia un sector. Es una tarea difícil para algunos, pero no imposible.
Los caudillos no quieren entrar en el debate, sino operar directamente para trabajar por los votos en el campo, moviendo las estructuras que tienen a su alcance, incluso del propio Estado y utilizando a funcionarios partidarios.
Nuestra democracia tiene sus debilidades, pero es el mejor camino para poder elegir a nuestras autoridades. Bien o mal en su funcionamiento, siempre hay que apostar por ella y aunar esfuerzos para fortalecerla.