Voces y voceros del pueblo

Por Carolina Cuenca

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¿Desde cuándo las cadenas de noticias de EEUU se han convertido en simples voceros del establishment? Es difícil saberlo. Pero, lo más triste de las últimas elecciones en EEUU no es solo la mala calidad de los candidatos que quedaron en pie o la agresividad de la contienda electoral, sino el poco nivel que alcanzaron las empresas noticiosas y sus empleados periodistas, serviles a una confabulación orquestada para favorecer una candidatura y destrozar la otra. Por cierto, no ha sido un juego mediático propagandístico hecho en nombre de la democracia, sino manipulada desde la tecnocracia de los influyentes y poderosos que gobiernan los hilos del sistema sin nunca dar la cara. Vimos una prensa débil en un país que aún no se cansa de la democracia, como algunos dicen, sino que está cansada de los acartonados presupuestos de “lo políticamente correcto” y así lo ha dado a entender en las urnas. Por suerte, las redes sociales hicieron escuchar otras voces por sobre el aburrido concierto de los medios.

Mucho se dirá todavía, sin duda, de lo que ha significado la victoria del señor Trump y la derrota de la señora Clinton, pero seguro algo queda en claro: la prensa, en general, debe mejorar su perfil si desea conseguir algo de crédito en sus próximas actuaciones.

Pensar que también en estos días celebramos la caída del Muro de Berlín que separó no solo a los alemanes en dos bloques –Este y Oeste–, sino que significó durante décadas la infamia de la Guerra Fría con víctimas concretas y un estado cruel de minimización de la persona en pos de las ideologías y sus amos. Es notable pero, en contrapartida a lo que hemos percibido en estas elecciones en los EEUU, son muchos los analistas que señalan el rol preponderante de la prensa en la precipitación de los acontecimientos que llevaron a la caída del régimen comunista en el Este y al inicio del proceso de reunificación de Alemania en aquella hora crucial de la madrugada del 9 al 10 de noviembre de 1989.

Ni el más optimista pensaba que aquello pudiera ocurrir en solo cuestión de horas. Y no poco crucial fueron una rueda de prensa, las preguntas oportunas de un incisivo periodista, un teletipo y la libertad de expresión de quienes se arriesgaron desde Roma a trasmitir desde su corresponsalía en Alemania aquel imposible titular: "¡Ha caído el Muro de Berlín!”.

Volviendo a EEUU, la gente ya había dicho mucho entre líneas en las encuestas que favorecían a Trump, su mismo discurso era una posibilidad interesante para mover los análisis, las preguntas inteligentes, las previsiones. Pero, salvo excepciones, solo tuvimos posibilidad de asistir a un largo show mediático cuyo final no parece haber contentado del todo a sus organizadores.

Pena. Ojalá la prensa de ese país y también sus agencias puedan reaccionar positivamente a este desafío. No se trata de darle una oportunidad tardía al señor Trump precisamente, sino de darle voz al pueblo que está harto de la tergiversación por parte de sus históricos voceros.

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