Parecería un cuento de ciencia ficción, pero en Pekín faltan mascarillas para poder respirar, digamos dignamente y sin riesgo de salud. Aunque las consecuencias que se darán, de seguir así, no se puede predecir qué ocurrirá con la salud de la población. La polución es tal que no hace falta –según dicen en dicho lugar– hacer mediciones para comprobar el grado de contaminación, basta con mirar cualquier paisaje urbano ennegrecido ya de manera alarmante.
Y es muy probable que usted se pregunte: ¿Cómo comenzó todo? Una pequeña dosis de desidia por parte de las autoridades y de la gente que piensa que la cosa es momentánea. Un paisaje gris oscuro y falta de aire limpio, es el resultado de lo que se hizo en años. Y aquí con los buses chatarras; con las fábricas y tóxicos en los alimentos, creemos que estamos mejor que nadie; en realidad, estamos labrando el triste espectáculo que vive una ciudad asfixiada.
Cuando se dice que usted también es el culpable, por supuesto, que no lo cree por aquello del folclórico “yo no fui” o el cómodo “son ellos”. Una falta de seriedad es no denunciar a los automóviles de particulares, que desde hace años no visitan un taller mecánico; no “hacer lío” por la dejadez en el control de las naftas que se trafican en bidones con aditivos no permitidos y cancerígenos. La culpa es nuestra por no llamar constantemente la atención sobre el grave problema en ciernes.
Y los que denuncian siempre son los mismos y terminan siendo etiquetados de ecologistas, considerándolos unos renegados sociales que nada les viene bien y con ese concepto minimizar su campaña. No es el aire solamente lo que se debe vigilar, sino los alimentos, los vencimientos de los productos, los remedios falsificados, la falta de control sanitario constante contra las enfermedades contagiosas, como la gripe y otras plagas. Aquí vamos a esa suerte de ciudad infectada, sin aire y peligrosa para subsistir. Porque todo eso comenzó con poco, con aquello a lo que no se prestaba atención y vamos incubando un desastre ecológico.
Hasta el que lea este artículo dirá: “E’a, no es para tanto, ¿qué clase de persona es usted que asusta al vecindario con todas esas aseveraciones apocalípticas?”.
Haremos entonces un pequeño test de evaluación: Prueba Nº 1: Vaya y tírese al lago Ypacaraí; Nº 2: Construya una casa al lado de cultivos fumigados y cuando le salgan ronchas y granos en la cara diga: “No es para tanto”. Nº 3: Pruebe alimentos vencidos. Nº 4: Respire el humo negro que despiden los buses chatarra.
Si usted se fija bien no hay salida, si no hay control y una postura personal de no dejar pasar esos desmanes que nos llevarán a vivir este mundo con mascarilla.
Qué lindo pronóstico.