Sus gestos de simpatía hacia Paraguay no son extraños y ya recibieron una amplia difusión mediática en el país. Su manifiesta admiración hacia la mujer paraguaya —realzando sus virtudes heroicas y pidiendo incluso el Nobel de la Paz para ella—, sus referencias a la Virgen de Caacupé y la bendición de nuestro pabellón nacional en Chipre pusieron a Francisco dentro del corazón paraguayo como ningún otro Papa en la historia. Para muchos, es un amigo.
Esos hechos puntuales son citados con orgullo por los feligreses connacionales. Ahora, a la particular predilección del Papa por el Paraguay, se le suma la noticia de que Francisco estará de visita en el país los días 10, 11 y 12 de julio próximos (fechas no confirmadas oficialmente) y así, por segunda vez, un sucesor de Pedro pisará territorio nacional, si bien, claro está, en un contexto diferente.
El viaje de Francisco tiene, en primer lugar, una finalidad pastoral y en tal carácter “viene a animar a la gente, a orientarnos en la manera de vivir nuestra fe; viene a ver al pueblo cristiano, pero también al pueblo paraguayo en general”, afirma el provincial de la Compañía de Jesús en Paraguay, padre Alberto Luna Pastore.
Pero en su condición de Papa, Francisco es también jefe de Estado del Vaticano. Como hay además relaciones de Estado a Estado y el Papa fue visitado por el presidente Horacio Cartes, entonces tiene que devolver la visita y dedicar un tiempo a las autoridades del país. “Su visita tiene un doble aspecto y está obligado a responder al protocolo de la reciprocidad”, dice Luna.
Una vez cumplidos los protocolos, como guía espiritual de la Iglesia, el objetivo de la visita es el encuentro con la gente, la orientación en la fe, la animación de las comunidades, agrega el jesuita. “El Papa va a mostrarnos cómo vivir hoy la fe en Paraguay, cómo llevar adelante una Iglesia viva, una fe comprometida y activa que sea realmente transformadora de la vida, de la sociedad, de la familia, y no apenas un barniz, algo superficial que no cambia nada”, advierte.
Otro país
La venida de Francisco se produce a 27 años de la histórica visita de Juan Pablo II. En 1988, la larga dictadura de Alfredo Stroessner ya no se mostraba granítica y los discursos de Wojtyla no fueron los que el stronismo ingenuamente esperaba; no hubo en ellos ninguna mención de apoyo al régimen. Si faltaba algo para que la sociedad encontrara más fuerza para resistir, el Papa se la dio. Menos de un año después, caía el dictador.
Hoy no existe en el país una dictadura como la de Stroessner y en la democracia criolla actual solo hay lugar para golpes blandos. Pero esa no es la única diferencia. En 1988, Juan Pablo II tenía 68 años y se quedó cinco días. Francisco, aunque luce como un hombre fuerte, tiene 10 años más que el Papa polaco y estará menos tiempo en Paraguay, pues solo se quedará tres días, repartidos entre Luque, Asunción y Caacupé, si se mantiene el programa tentativo dado a conocer. El recorrido definitivo se sabrá luego de la reunión de la cúpula oficial con el enviado papal, prevista para el 21 de marzo próximo.
En cuanto a lo que el Sumo Pontífice encontrará de similar a lo que Juan Pablo vio en el país en 1988, es que sigue habiendo inequidad, pobreza y marginación; y otros hechos sensibles que todavía están envueltos en una nube de dudas, como el caso Curuguaty y las andanzas del EPP. Son las caras de una realidad que un jesuita como Francisco no debería dejar de mencionar durante su visita. Con seguridad, la misión pastoral tendrá además una dimensión política.
Tal cosa es reconocida por el padre Luna. “Claro que hay un componente político”, exclama el provincial, quien señala que el encuentro del Papa, en su carácter de jefe de Estado, con las autoridades políticas del Gobierno le dará a la visita un innegable contenido político. “Ahora hay que ver cómo se orienta eso. Esperemos que esa presencia con las autoridades y con el pueblo nos pueda inspirar e iluminar”, añade.
Un revulsivo
El religioso aclara sin embargo que la visita papal puede llegar a sacudir a las autoridades y a la gente para que sean ellos quienes lleven adelante las transformaciones, y enfatiza que “el Papa no es Dios” y que no se le puede pedir que resuelva los problemas del país, recalcando que esa es una responsabilidad que tiene que ser asumida por los propios paraguayos.
“Nuestra fe puede ser una fe comprometida, transformadora y que cambie lo que tengamos que cambiar: la situación de nuestro pueblo, la inequidad, la pobreza, la violencia, la marginación de las poblaciones ribereñas, de los campesinos, de los indígenas que están en nuestras calles, de la educación, de la salud”, expresa el sacerdote.
Francisco también tendrá cosas que decirle a los pastores locales, pero Luna estima que quizás es muy poco el tiempo que el Papa estará en Paraguay como para que pueda enterarse en detalle sobre la situación de la Iglesia paraguaya.
“Pero es seguro que va a marcar una línea, unas orientaciones, y nos va a dejar vías de inspiración pastoral, de nuestra acción social, de nuestro compromiso como cristianos, de nuestro compromiso político, de nuestro compromiso en la sociedad como Iglesia, de nuestra manera de vivir y celebrar el Evangelio”.
El programa tentativo prevé además que el Papa se reúna con los constructores de la sociedad y con referentes de la cultura local, actividades que Juan Pablo II también realizara en 1988 y que fueron vistas como un guiño de aprobación a los grupos que le plantaban cara al stronismo.
La venida de Francisco es esperada con optimismo por quienes aguardan que eso se traduzca en hechos positivos para la sociedad. Es lo que espera también el padre Luna cuando dice que “ojalá la visita no sea un show nomás, un lata pararã, y nos inspire y nos abra horizontes”. Porque muchas veces el que nos abre los ojos suele ser un amigo. Y para eso es que nos visita.
Foto: EFE