Una vacuna para la improvisación

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Al fatídico 2020 solo le restan 11 días de calendario. De los 365 días del año, 285 fueron protagonizados por la pandemia del coronavirus, que vino a poner patas para arriba al mundo.

Hasta el momento, se ha cobrado más de dos mil vidas en Paraguay, además de destrozar su economía y haber profundizado las históricas desigualdades. El calendario del Covid-19 continúa sin pausa, y solo la vacunación disminuirá los riesgos, pero para ello hay que esperar aún seis meses.

A pesar de las medidas sanitarias acertadas en el primer tiempo de la pandemia, hoy se vive un escenario delicado y este diciembre es el más peligroso porque es el mes de los encuentros, ya que marca el fin de ciclo anual y por las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Y el Covid-19 es un virus del encuentro, porque la interacción social multiplica los contagios. El Ministerio de Salud vaticina que enero podría ser el mes récord de fallecidos como consecuencia de los encuentros de fin de año.

Hoy el sistema de salud público está abarrotado. Las salas comunes y de terapia intensiva están al tope. También crecen los internados en sanatorios privados. A punto del colapso, que se da cuando ya no hay camas disponibles, ni comunes ni para UTI. Cuando la gente muere por falta de atención.

En medio de este escenario delicado, volvió a la vieja puja de salud versus economía. La lenta reactivación se vio amenazada por los anuncios de medidas restrictivas para las últimas semanas del año (época de mucho movimiento comercial), generando malestar y pedidos de auxilio de los diferentes sectores económicos que veían en ellas el tiro de gracia a un año que llevó a miles a la quiebra.

El ministro de Salud, Julio Mazzoleni, en diversas entrevistas periodísticas, anunció que se aplicarían medidas restrictivas ante el acelerado crecimiento de los contagios.

IMPROVISACIÓN. Finalmente, el viernes al mediodía, fue el mensajero de las malas noticias. Especialmente de una: que se restringían los viajes al interior a los habitantes de Asunción y Central desde el 25 hasta el 3 de enero. Apenas hizo el anuncio, empezaron las críticas de transportistas, hoteleros, restaurantes, toda la industria del turismo y miles de internautas. De hecho, el Gobierno ya capituló en este primer anuncio al establecer la restricción a partir del 25, porque la movilización para pasar las fiestas navideñas se da entre el 23 y 24. Un primer error que evidenciaba la futilidad de la medida.

Apenas dos horas después, el ministro del Interior, Euclides Acevedo, salía a desmentir a Mazzoleni: que no estaban restringidos los viajes en autos particulares. Esto generó más indignación aún: la medida discriminaba a los sectores más empobrecidos que solo pueden viajar en colectivos, además de abrir la compuerta al transporte informal.

Entonces se anunció una conferencia de prensa para la noche. Allí, juntos, Mazzoleni y Acevedo, asumieron el error y dijeron que se levantó la restricción para viajar al interior. “Hubo un intercambio de pareceres y decidimos no incluir esa recomendación en el decreto. Las demás permanecen”, dijo el ministro de Salud en tono derrotista, ya que el sector salud esperaba limitaciones más severas ante la crítica situación.

SIN BRÚJULA. Han pasado nueve meses de la pandemia, y el Gobierno aún no ha encontrado su rumbo en materia comunicacional. Sigue sin tomarse con la seriedad necesaria que los asuntos delicados deben manejarse con excesiva precisión y que si la idea no está madura, no hay que socializarla. Con lo sucedido el viernes, se devalúan las palabras del ministro de Salud, cuya cotización en el mercado de la credibilidad ha bajado ostensiblemente desde el escándalo de los insumos chinos.

Estas desprolijidades generan confusión y malestar innecesario en la población que está al tope de la paciencia y que no olvida que en medio de la peor crisis sanitaria del siglo, políticos, funcionarios y empresarios se unieron en una fiesta de corrupción, sin importarles la salud de la población.

Pero la reculada más sonora de la pandemia se da también por la debilidad presidencial. Mientras países europeos, con sistemas sanitarios sólidos, han decidido cancelar las fiestas con durísimos toques de queda y otras restricciones, aquí se titubea y retrocede ante las presiones.

Y es comprensible. Para exigir sacrificios, hay que tener credibilidad, tener coraje y liderazgo ético.

Esa carta la perdieron cuando no tuvieron las agallas para castigar con severidad a los corruptos de siempre, por no sanear con mayor rapidez las maquinarias que alimentan la corrupción, por cargar la pesada carga a los mismos de siempre, por seguir privilegiando a los privilegiados de siempre.

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