Ser docente en tiempos del coronavirus

Rodrigo Houdin – @rodrigohoudin

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Foto: gentileza iStock Photo

Muchos nos habremos disgustado cuando contactamos con alguien mediante el WhatsApp y este, a pesar de figurar “en línea”, no nos dio respuesta. Eso me ha pasado durante toda esta pandemia con mamá. Ella es docente y estando ya en periodo jubilatorio, le ha tocado trabajar como tal en tiempos de la pandemia ocasionada por el Covid-19.

Cuando sos hijo de docente, te acostumbras al hecho de que los miembros de la institución educativa, pasen a formar parte de tu familia; las conversaciones, espontáneamente, giran alrededor de los casos de los estudiantes, de los padres y hasta de sus colegas.

Desde niños, mis dos hermanos y yo hemos visto a nuestros padres (papá es docente jubilado) preocuparse mucho por la vida de otros, a quienes solo conocíamos por sus nombres. A pesar de ello, siempre hubo tiempo para nosotros.

Sin embargo, durante los últimos meses sucedió algo nuevo. Hablar con mamá durante la pandemia se hizo bastante complicado y los vistos en WhatsApp se hicieron una constante. Ante mi reclamo, y con la paciencia propia de su vocación, ella me explicó que enseñar de forma virtual no es tan sencillo como muchos pretenden señalar.

Sin duda, el cambio de modalidad de enseñanza, ante la suspensión de clases presenciales, ha presentado nuevos desafíos para todos, y los profesores no están exentos de ello.

No es novedad que también los padres se han visto en figurillas y hasta los estudiantes, principalmente aquellos que no contaban con los medios tecnológicos ni los recursos para una efectiva conectividad.

Para un maestro, en medio de los desafíos del propio sistema educativo, generar interés hacia los contenidos, subirlos a una plataforma conectada a un deficiente sistema de internet y la sobreexigencia de los informes semanales o quincenales que debían ser enviados a supervisión; se ha vuelto una odisea.

También debemos mencionar que muchos educadores debieron adaptarse al uso de las tecnologías y sin un proceso previo de formación. Esto sin mencionar la recepción de las tareas, las correcciones y las quejas de algunos padres o tutores por tener que invertir más tiempo de lo habitual en sus hijos.

Otra cosa que me llamó la atención, es que la “enseñanza 2.0” pareciera que vino con una licencia para que los educadores lo sean a tiempo completo. Las consultas y envió de tareas no tuvieron tiempo límite en día y hora. Estos problemas se dan con todos los educadores pero se hacen más complejos a medida que aumenta la distancia desde Asunción donde la brecha en varios aspectos pero fundamentalmente la digital, es inmensa.

Cuando el ministro de Educación, Eduardo Petta, habla de clases híbridas para el 2021, no puedo evitar imaginar lo que sería para un docente el tener que lidiar con las tareas propias de las clases virtuales y, además, tener que acudir al aula para quienes “voluntariamente” o no, asistan a las escuelas y colegios.

Es muy cierto que ningún sistema educativo del mundo estaba preparado para la pandemia. Sin embargo la gestión del Ministerio de Educación de nuestro país, se ha basado en desaciertos por improvisaciones y para prueba basta citar el sistema de promoción, cuyo nivel de exigencia estuvo basado en un elevado porcentaje, en la realización y entrega sin tiempo límite de las tareas.

El descontento con la gestión del Ministerio de Educación incluso fue trasladado al Congreso, donde se dio el voto censura a Petta, pero en una señal de absoluto respaldo, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, lo mantuvo en el cargo.

A pesar de todas estas dificultades, fueron los docentes, con ayuda de los padres, quienes lograron salvar el año educativo en tiempos del Covid-19. Esos mismos maestros, que muchas veces son criticados cuando exigen un salario digno.

Ojalá el 2021 no se repita como un año de improvisaciones que terminen haciendo más daño a nuestro ya golpeado sistema educativo.

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