¡Qué poco nos queremos!

En el Día del Amor Fraterno, Jueves Santo, ¡qué poco nos queremos! Se los digo a nuestros hermanos cristianos. Pero como el amor es universal, me atrevo a decirlo universalmente.

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Y lo hago no como una denuncia, ni como una queja. Simplemente lo afirmo como una realidad. Hasta lo digo con amor.

Y lo afirmo en sus consecuencias profundas no respondidas.

Un hambriento me pide un pan y se lo doy, mañana pasa lo mismo y reacciono igual. Así, un mes , un año. He amado, pero no le he solucionado el hambre. Además lo hago dependiente de mí.

Me doy cuenta y quiero seguir amándole, y le enseño a pescar y hasta le regalo una caña con todo lo necesario. Ya tiene un oficio. Ya no tendrá hambre.

Pero, cuando va al lago para comenzar todo gozoso, se encuentra con una valla con un feroz cartel: “Prohibido pasar, propiedad particular”.

Y aquí se detiene mi amor. Para quitar ese cartel hay que meterse en política. Pero eso de meterse en política nos convence a pocos. Y no me estoy refiriendo a la política partidaria, sino a la política de participar en la vida pública. Con el voto bien pensado, con la denuncia. Desde dentro de otras organizaciones etcétera.

Amamos de palabras y sentimientos. Amamos de limosnas. Tal vez, no es frecuente, demos mensualmente unos guaraníes para que un niño pobre vaya a la escuela. Y punto.

Pero cambiar la estructura injusta del país, derribar las barreras que nos separan, participar en instituciones que impidan la reproducción de la pobreza, meterme en un compromiso político..., ¡eso ya es demasiado! Y así el número de pobres y su pobreza aumenta cada día en el mundo.

Y las palabras de Jesús son claras en el Evangelio: “Ámense unos a otros como yo los he amado”.

Jesús nos amó sin límites y por eso lo crucificaron.

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