16 sept. 2025

María parte de prisa a la montaña; gratitud por la bondad de Dios

“María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá” (Lc. 1,39); intuye que su prima la necesita y corre hacia ella, sin detenerse. Qué suerte la de Isabel al tener una pariente así: tan dispuesta, tan sensible, tan dócil a las necesidades de los demás.

Isabel se emocionó cuando llegó su prima. Algo se movió en lo profundo de su alma. Se llenó del Espíritu Santo. Ya desde los primeros compases de la nueva alianza, Dios inunda con su gracia a las almas que se dejan acariciar por ella.

Para Isabel, el silencio de Zacarías, su esposo, también fue una fuente de gracia. Probablemente la hizo rezar más, preguntar directamente a Dios por el sentido de sus planes. Juntos, entre Isabel y Zacarías se prepararon silenciosamente para la venida de Juan.

“Bendita tú entre las mujeres” (Lc 1,42)”. Esta es posiblemente una de las frases más repetidas de la historia. La pronunciamos en cada avemaría, junto a todos los cristianos del mundo y de todos los tiempos. Y los años han confirmado que Isabel no se equivocaba. Quien se fía de Dios es más feliz.

A nosotros nos gustaría también saltar de gozo continuamente. Quisiéramos sentir hasta físicamente la presencia de Cristo, su cercanía. Ciertamente, santa Isabel había rezado durante muchos años antes de estos sucesos. Quizá ya había asumido que no tendría hijos.

Donde parece que nos falta es donde nos bendice. Donde no llegamos nosotros, él desborda su gracia. Donde nos rendimos a su Providencia, comprobamos que sus planes son los mejores, más emocionantes y ambiciosos. “Dios llega gratis. Su amor no es negociable: no hemos hecho nada para merecerlo y nunca podremos recompensarlo”.

Quién iba a imaginarse seis meses antes que su prima iba a ser la madre del Mesías y que ella sería la del precursor. Cuántas veces nuestra fe es puesta a prueba por unas circunstancias adversas o por nuestros deseos de querer considerar todas las variables y las posibilidades del futuro.

Podemos pedir a Isabel y a santa María que nos ayuden a dar gracias con su misma alegría. “¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme?” (Lc. 1,43).

(Frases extractadas de https://opusdei.org/es/article/meditaciones-21-diciembre/)