La crisis en la Universidad Nacional de Asunción (UNA) empieza a desnudar las peores hilachas de quienes a fuerza de sostener malhadados privilegios, justificar el cohecho y la persecución y proteger a los corruptos, tratan de desviar la atención y tergiversar el fondo de la protesta. El pasado domingo el rector con permiso, Froilán Peralta, acusó a los universitarios manifestantes de ser barrabravas contratados para desprestigiarlo. Luego vinieron numerosas intervenciones de algunos decanos –de su equipo– y funcionarios, que descalificaron las escandalosas denuncias de corrupción. Pero quien se lleva hasta ahora el premio mayor es el decano de Ingeniería, Isacio Vallejos (Diario Hoy, 23 de setiembre). Para él la manifestación que tiene a estudiantes y docentes en el Rectorado exigiendo la renuncia de Peralta subió de tono por culpa de grupos políticos de izquierda.
Lo que dice el decano solo reproduce un viejo discurso stronista –muy repetido en la actualidad por grupos colorados– y trata de tapar el sol con una pestaña.
En primer lugar, si no lo sabe, todo reclamo es político. Es más, el hecho de estar dentro de la universidad pública (el Estado) es político. En segundo lugar, la rabia y la intensidad de la reacción de los universitarios son por la corrupción en la UNA, la gestión turbia de Peralta, la complicidad del Consejo que el mismo Vallejos integra y la destrucción progresiva de la más importante universidad del país por una camarilla corrupta y mediocre que se apoderó de ella de la mano de políticos del partido oficialista, que Isacio conoce muy bien.
Tercero. En la protesta hay gente de todos los lados. En la acción se ve a jóvenes de diversas adscripciones ideológica. Y conociendo la capacidad de los universitarios, es improbable que se dejen arrastrar en estas condiciones por tal o cual sector. Incluso me arriesgaría a decir que la defensa de la UNA es superior a las banderías. Lógicamente, no puede negarse la posibilidad de que más allá de la genuina indignación y reacción haya en el fondo un intento de aprovechamiento en río revuelto tras la disputa entre el grupo del senador Galaverna y el presidente Cartes para ocupar el espacio y seguir aprovechándose de la UNA.
Ser de izquierda no es indigno. Y si entramos en el razonamiento del decano, podemos inferir lo siguiente: Si la izquierda reclama el saneamiento ético, administrativo y académico en la UNA (porque eso es lo que piden los universitarios con la renuncia del rector y los otros decanos), quienes desacreditan la protesta son lo contrario, en este caso, la derecha. Y así las cosas, eso sí es ser indigno.
La estupidez tiene muchos rostros. Y como suele decirse, se vuelve de todo, menos del ridículo. Así, la mayoría de las autoridades de la UNA están quedando en el absurdo por defender la mala gestión; y van deslizándose aceleradamente por la cloaca de la historia al volverse parte de la corrupción imperante.