19 abr. 2024

La ciudad donde es muy fácil matar

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

—En esta ciudad se ha vuelto muy fácil matar.

Esta fue la respuesta que me dio un apreciado colega periodista de Pedro Juan Caballero, Departamento de Amambay, hace apenas cinco días, cuando le pregunté por qué no aceptaba que le haga una entrevista para publicarla en el diario, en donde él pueda sostener con nombre y apellido, junto a su fotografía, los importantes datos y las valiosas opiniones que me estaba brindado en forma confidencial acerca de la permanencia del Doleiro prófugo, Darío Messer, en la región, entre mayo y octubre de 2018, cuando estuvo escondido y protegido por el poderoso empresario fronterizo Toño da Mota y una red de cómplices y encubridores que le ayudaron no solo a huir de la Justicia, sino a sacar millones de dólares de sus cuentas.

Yo intentaba convencerle acerca de la responsabilidad ciudadana de asumir las denuncias de hechos ilícitos en forma pública, pero él me recordó la lista de periodistas asesinados por enfrentar a la mafia en la región: Santiago Leguizamón, Calixto Mendoza, Benito Ramón Jara, Samuel Román, Marcelino Vázquez, Carlos Artaza, Fausto Alcaraz, Édgar Fernández, Gerardo Servián. Además me dio otro dato escalofriante: En los primeros seis meses de 2019 se registraron 79 asesinatos cometidos por sicarios en Amambay, lo que equivale a casi dos crímenes y medio por día. “Aquí hay sicarios que ofrecen matar a cualquiera por 500.000 guaraníes”, enfatizó.

Hacía tiempo que no iba por la zona y me sorprendió ese alto nivel de miedo que se ha instalado en los rostros. Conozco bien la frontera seca paraguayo-brasileña y la violencia criminal siempre ha formado parte de la vida cotidiana, pero en las décadas pasadas los narcotraficantes y contrabandistas ajustaban sus cuentas en territorios desolados, lejos de los núcleos urbanos. Tenebrosos rincones de la “tierra de nadie” como Treis Placas, Dois Bocas, se llenaban de cuerpos baleados, arrojados entre los matorrales a la orilla de un camino rojo y los pobladores decían que eso no tenía nada que ver con quienes trabajaban en paz. “Son cosas de los mafiosos, sin no te metés con ellos, todo bien”, aseguraban.

Ahora no. Ahora los asesinatos se cometen en pleno centro de la ciudad, con armas de guerra que perforan el fuselaje de los autos blindados y dejan regueros de sangre frente a los lujosos shopping para turistas. Algo se ha roto hace tiempo y a la gente le cuesta aceptar.

En esos días en que recorría las calles de Pedro Juan y Ponta Porã como un molesto intruso que indagaba sobre temas incómodos, los medios de comunicación regionales reproducían la desesperación de los familiares de Alex Ziole Areco Aquino, un adolescente de 14 años que había desaparecido tras salir de su casa el sábado 23 de noviembre. Era el drama repetido de muchas familias en la frontera. En la tarde de este jueves se supo lo peor: El cuerpo de Alex apareció a orillas de un camino, en el lado brasileño, decapitado y desmembrado, metido en un tambor de plástico azul.

Los primeros datos hablan de una pelea escolar entre Alex y otro chico adolescente, y de un brutal asesinato por venganza. Otros informen apuntan a ajustes por problemas de distribución de drogas, a un secuestro y a una decisión de muerte tomada por un “tribunal del crimen” entre los miembros de una banda.

Más allá de cuál sea la verdad, el caso muestra cómo un adolescente humilde, casi un niño, es presa tan fácil de los códigos criminales de la frontera, que tienen como símbolos de “castigos” la decapitación, la desmembración y la incineración de los cuerpos. “En esta ciudad se ha vuelto muy fácil matar”.

Amambay es una de las regiones más bellas del Paraguay, con un gran valor histórico y cultural, una increíble riqueza paisajística y mucho potencial económico, pero arrastra el cáncer de ser un territorio tomado por el crimen organizado y el narcotráfico, ante el abandono del Estado. La buena gente que vive allí merece ser rescatada y protegida.

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