Encarnación, de nuevo impensable

Por Alfredo Boccia Paz – galiboc@tigo.com.py

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Encarnación se convirtió en una ciudad ejemplar por la belleza y limpieza de sus playas. El esplendor turístico ocultó durante mucho tiempo la cara oscura de esa transformación. Un reducido grupo de empresarios asociados con personajes de la administración municipal hacía suculentos negocios con ese crecimiento, que empezaron a ser denunciados por unos pocos.

Uno de estos era el concejal Luis Yd, que se cansó de perder votaciones en la Junta Municipal cada vez que mocionaba que se investigue la utilización de los fondos públicos. Hace unos meses ocurrió lo impensable. El tozudo Yd, al frente de una alianza política, ganó por poquísimos votos la intendencia de la ciudad, en manos coloradas desde hacía más de siete décadas.

Apenas asumió, quedó deslumbrado con los multimillonarios ingresos que tenía la Municipalidad, pero apesadumbrado con la inmensidad de las deudas. Se debían G. 16.000.000 millones en préstamos, G. 9.000 millones a los proveedores, había contratos directos de espacios públicos, concesiones dudosas y muchas preguntas sin respuesta.

Fiel a sus antecedentes, Yd pidió a la Junta Municipal una auditoría externa independiente sobre lo sucedido en los últimos años. Le contestaron que no hacía falta, porque ya se había solicitado un examen a la Contraloría General de la República. Yd insistió: la credibilidad de esa institución es lamentable. Además, solo investigarían los rubros de los royalties y del Fonacide. Las sospechas de corrupción estaban en otra parte. Le volvieron a decir que no, que no había plata para esos gastos. Es que en la Junta Municipal los colorados son mayoría absoluta.

Pero Yd no se rindió. Les dijo que el faltante era enorme y, si el dinero era el problema, habría ciudadanos que podrían juntar los G. 400 millones que costaría la auditoría. Pero no, la mayoría de la Junta no tenía intención de investigar a sus correligionarios y –vaya uno a saber– a sí mismos.

Entonces, de nuevo, volvió a ocurrir lo impensable. La ciudadanía encarnacena, con poca tradición de protestas callejeras, empezó a moverse. Primero, por las redes sociales; luego juntando los fondos necesarios para la auditoría independiente. Y, enseguida, convocando a una movilización que recorrió la Costanera y el centro de la ciudad. De repente, el grito encarnaceno se reproducía en la prensa y retumbaba en todo el país. Y se escuchó también, con particular intensidad, en la Junta Municipal, que reconsideró su negativa y aceptó la auditoría.

Historia conocida, es cierto. Corrupción, instituciones en las que no se confía, corporación política dispuesta a enterrar el asunto y protesta callejera que mete miedo y hace que las cosas cambien. Es el único camino que funciona. Pero no por ser una historia conocida, hay que olvidar que Encarnación ahora es ejemplar por algo más que sus playas.

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