24 ene. 2025

Encantos perniciosos

Las celebraciones del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer se vieron empañadas en el país este año a raíz de la triste noticia del fallecimiento de una joven médica paraguaya recién graduada, como consecuencia de un malogrado procedimiento de cirugía estética.

Esta tragedia nos invita a reflexionar sobre la nefasta influencia de la “industria de la belleza” y su ubicua presencia en todos los medios. El mensaje es básicamente siempre el mismo: que en la medida que uno se aproxime a un supuesto ideal estético, cosechará éxitos en el trabajo, en el amor y en las relaciones sociales. Y, subliminalmente, su complemento, que si uno no compra tales o cuales productos y servicios cosméticos fracasará en la vida. El mayor esfuerzo de márketing se concentra en el segmento femenino, pero los hombres son también víctimas de estos mensajes.

Las ventas globales de productos cosméticos se estiman en unos 500.000 millones de dólares al año, y a esto se suman los 50.000 millones de dólares anuales gastados en procedimientos de cirugía estética. La industria de la belleza invierte anualmente en publicidad cerca de 10.000 millones de dólares. A la vista de estos números, se comprende por qué es incesante el martillar propagandístico que permea todos los medios.

Una premisa del esfuerzo publicitario es tratar a las personas como objetos, en los cuales lo único que importa es la apariencia, que revelan una tendencia inquietante de cosificación de las mujeres. También promueven estándares de belleza poco realistas y dañinos que los medios de comunicación y la cultura imponen a las mujeres. Estos estándares a menudo se basan en criterios estrechos de forma corporal, rasgos faciales, edad, etc., que excluyen la diversidad y celebran la conformidad. Crean una sensación de insatisfacción e inseguridad entre las mujeres que se sienten presionadas para ajustarse a estos ideales o enfrentar el rechazo o el ridículo.

La comercialización de las mujeres como objetos tiene también efectos negativos en los hombres. Perpetúa en ellos estereotipos de género dañinos y refuerza expectativas exageradas sobre la apariencia y el comportamiento que conducen a una imagen corporal negativa y baja autoestima.

Desafiemos las normas y valores que promueven la superficialidad sobre la sustancia, la apariencia sobre la capacidad, el consumo sobre la contribución. Necesitamos educarnos a nosotros mismos y a los demás sobre los beneficios de la belleza natural y las opciones de estilo de vida saludable. Debemos apoyar a las mujeres que eligen abrazar su singularidad y autenticidad en lugar de sucumbir a las expectativas externas. El valor de un libro no se juzga por su tapa, ni la calidad de un vino por su etiqueta. Necesitamos celebrar a las mujeres por sus logros y cualidades en lugar de su apariencia.

El Día Internacional de la Mujer fue establecido a principios del siglo pasado con el objeto de dignificar a las mujeres, darles una mayor voz y promover sus demandas de igualdad de derechos, que en aquella época comprendía también el derecho al sufragio. Hoy se refiere más a igualdad de oportunidades y remuneraciones laborales, el reconocimiento de sus aportes a la sociedad y el rechazo a la violencia de género. Las mujeres hoy son más que madres y amas de casa: contribuyen en todas sus dimensiones a la ciencia, la cultura, la política y la gestión empresarial.

Esperemos que el próximo 8 de marzo festejemos con alegría, y sin las sombras de tragedias innecesarias, los progresos en el logro de una mayor igualdad para todas las mujeres.