11 may. 2025

El celibato es un don

Por Padre Aldo Trento |

He leído en Última Hora las entrevistas a dos sacerdotes que, o por la vejez (los latinos decían Ipsa Senectus Morbus) o por haber perdido la brújula, han hecho unas declaraciones el Jueves Santo que ofenden a quien vive con alegría su celibato porque como están enamorados de Cristo, viven totalmente entregados a los más pobres. Hablo del pa’i Oliva y del ministro de la Secretaría de Acción Social, Pablino Cáceres.

El primero, acostumbrado desde hace años con mala suerte a saludarnos cada día, con sus Buenos días, Paraguay (pero pensando en su saludo parece que sus escritos favorecen sólo el sadomasoquismo en todos los que lo leen). Pone en discusión el celibato sacerdotal, poniéndole entre una de las causas de lo que está pasando actualmente en la Iglesia. ¡Pobrecito! Será la edad o su empedernida ideología que le impide comprender qué es el celibato católico, su belleza, la perla preciosa que Dios dona a los que elige entre sus sacerdotes.

El celibato para los sacerdotes es como la fidelidad para los casados. Es un don, una gracia, es lo que da alegría a la vida, volviéndola fecunda. Es la gracia de vivir como Cristo, de amar como Cristo, entregarse al prójimo como Cristo, hasta la muerte en la Cruz. Es lo mismo que pasa con la fidelidad para quien ha sido elegido para el matrimonio.

Ahora bien, no hay nada tan necio como cuestionar la belleza del matrimonio o de la fidelidad del matrimonio sólo porque la mayoría de los casados no la vivan. Lo mismo con el celibato. Muchos sacerdotes no lo viven, sólo un necio puede discutir su conveniencia o no. Ninguno está obligado a casarse, como ninguno está obligado al sacerdocio; es un llamado divino y uno puede decir un “sí" como en el matrimonio.

Entonces, padre Oliva, el problema está en este nivel: la condición para ser cura es la misma que para casarse: ser hombre y, es lo que falta hoy en el mundo racionalmente débil y, por consiguiente, fideísta. Todos tienen fe, pero pocos tienen certezas. Crisis del celibato no existe, lo que existe es la crisis de la identidad humana y por ende, cristiana.

Respecto del señor ministro Cáceres, sus declaraciones son pura demagogia para justificar como Judas su toma de distancia de su vocación sacerdotal en nombre de los pobres. Sr. Ministro, ¿ha leído en estos días el diálogo entre Jesús y Judas con referencia al dinero gastado por la pecadora María cuando compró un costosísimo perfume regalándolo a Jesús cuando le había donado la vida nueva? Judas la cuestionó (ahí comenzó la teología de la liberación) porque aquel dinero era, según el traidor, útil para los pobres. Creo, señor Ministro, que recuerda la respuesta de Jesús. Su postura es muy parecida a la de Judas, leyendo sus afirmaciones y mirando sus discusiones ¿acaso la Madre Teresa de Calcuta no le dice nada, que sólo por amor a Cristo dio su vida a los más miserables? Y también, modestamente, las obras de caridad y compromiso social de la parroquia San Rafael, ¿no le ponen ninguna pregunta?

Y todos los Santos de la caridad, ¿no eran ante todo enamorados de Cristo y por eso dieron la vida hasta morir por los pobres? Señor Ministro, el que de verdad está enamorado de Cristo, está dispuesto a vivir por los demás, pero no estando sentado en su oficina o hablando de los pobres, sino compartiendo la vida con los que sufren de sida, con los que viven al margen de la sociedad, etcétera.

En fin, señor Ministro, quiero recordarle que el cristianismo no es un espiritualismo ni una ética, sino el encuentro con un Acontecimiento, que cambia la vida del que lo reconoce. Y no será ciertamente usted el que solucionará la pobreza del Paraguay. Lo que Dios le pide a usted es lo que me pide a mí: tomar conciencia de ser otro Cristo y vivir santamente nuestro sacerdocio.