Dos miradas al Gabinete de Cartes

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Con nuestro déficit de recursos humanos, armar un Gabinete ideal es una alquimia casi imposible. Lo integrarían técnicos con amplia visión política y políticos con gran conocimiento técnico en su ramo. Cartes ha optado por ministros técnicos, incluidos algunos extrapartidarios. Seccionales con banderas negras y protestas airadas de algunos dirigentes invitan a una primera mirada en la que aparecen confrontados un proyecto modernista que apunta a la eficiencia estatal y el modo excluyente y prebendario con el que los colorados manejaron siempre la cosa pública.

Ese esquema, que les dio resultados durante más de medio siglo, ahora cruje por el peso de un funcionariado público hipertrofiado en el que ya no cabe un alfiler y que consume casi 9 de cada 10 guaraníes que se recaudan.

Así, es lógico que la intención de Cartes fuera apoyada por la mayor parte de la ciudadanía. La pobreza que nos agobia solo puede ser combatida con mayor inversión social y para ello es indispensable que el Estado gaste el dinero de manera más racional. Y eso es incompatible con el viejo y costoso clientelismo político.

Hasta allí, todo bien. Solo que este enfoque puede ser descalificado por demasiado simplista e ingenuo. Hay otra mirada mucho más desconfiada que sospecha que tanto énfasis en lo “técnico” solo disimula las verdaderas intenciones políticas.

Se trataría de lograr legitimidad pública a través de una aséptica fachada tecnocrática que permita avanzar hacia un modelo privatizador y de concesiones a las corporaciones empresariales. Con la ciudadanía tranquilizada y el Parlamento conservador que tenemos sería fácil imponer una ola neoliberal y concentradora de riqueza. La cuestión social quedaría entonces muy relegada en la agenda de este gobierno.

Si esta es la versión correcta, las consecuencias serían devastadoras para los pobres del Paraguay. Invertimos en gasto social 142 dólares per cápita cuando la media latinoamericana es de 700 dólares. ¡Y luego nos asombramos de que exista el EPP!

Me limito a exponer estas dos miradas diferentes sobre el Gabinete esencialmente técnico de Cartes. Por ahora, sigo creyendo en la primera, pero solo el tiempo dirá si es la correcta. Debo reconocer, sin embargo, que en el tiempo que vengo ejerciendo este azaroso oficio de opinar me he equivocado más veces por ser ingenuo que por ser desconfiado.

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