30 abr. 2024

Dominio argentino-brasileño

Foto UH Edicion Impresa

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El bisiesto 2016 fue un año atípico para la Copa Libertadores de América. Fue, de hecho, excelente para los clubes que no son de Argentina o de Brasil, de donde provienen los más ganadores del popular torneo continental. Fue también el último año en que un equipo del resto del continente no solo arribó hasta el decisivo partido final, sino terminó levantando el trofeo: el Atlético Nacional de Reinaldo Rueda y del hoy gumarelo Daniel Bocanegra, vencedor de otro equipo del norte de Sudamérica, el Independiente del Valle ecuatoriano, del paraguayo Daniel Azcona, ahora en River Plate de Asunción.

Para encontrarse con la vez anterior en que dos clubes no argentinos o brasileños fueron finalistas de la Copa, hay que ir treinta años atrás, cuando Olimpia y, el a la postre campeón, Colo Colo de Chile, definieron el certamen. Las finales de 1982, 1989 y 1990 son las otras tres que albergaron solo a equipos chilenos, colombianos o paraguayos en los juegos decisivos: nada más que cuatro ediciones en sesenta años de historia.

Sin embargo, de 2017 a 2020, las finales solo fueron protagonizadas por equipos de Argentina y Brasil. Su dominio coincide con el cambio de denominación oficial del certamen a Copa Conmebol Libertadores, con el baño de cara del ente futbolero después del escándalo del FIFAGate, de la prisión de Juan Ángel Napout y de la elección de Alejandro Domínguez en su reemplazo. Desde entonces, no solo ningún equipo que no sea argentino o brasileño ha ganado el trofeo, sino que uno solo de los restantes ocho países, Barcelona de Ecuador, llegó hasta semifinales en 2017. Nadie desde entonces. Uno entre dieciséis posibles: nunca antes había sucedido eso.

supremacía brasileña. Quizá lo menos visible en la actualidad no sea la patente preponderancia de las tradiciones argentina y brasileña, siempre presentes, sino la ventaja actual de esta sobre aquella, ganando tres de cuatro ediciones: Gremio y Flamengo, más Palmeiras o Santos el próximo 30. A excepción de 2018, cuando River y Boca definieron en Madrid (superando en semis a Gremio y Palmeiras, respectivamente), los gigantes argentinos se muestran impotentes ante las estadísticas paulistas y cariocas, aun cuando los Millonarios de Gallardo dieron dura y talentosa batalla en las últimas dos Copas.

¿Por qué, en este dominio compartido, son finalmente los brasileños quienes se andan imponiendo, a pesar de todo?

Sin dudas, el poderío económico del gigante del Atlántico, en cuyos clubes aterrizaron hace más de una década los fondos de inversión y la visión predominantemente empresarial que propugnan la FIFA y la Conmebol, tiene alguna influencia en la fuerza incontrastable de sus quipos altamente financiados, que participan en estaduales y en un torneo nacional con bastante mejor nivel que el alicaído fútbol doméstico rioplatense.

Si no era por River o Boca, se ha visto, los brasileños no tuvieron rivales en el reciente fin de la década pasada. Habrá que ver si la tendencia hacia este poderío persiste en esta nueva que se inicia.


Desde hace cuatro ediciones monopolizan la Copa Libertadores.

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