26 abr. 2024

Días de reflexión y compromiso para la reconstrucción del país

Esta segunda Semana Santa en confinamiento ocurre en momentos aún más críticos de la pandemia del coronavirus, por el alto número de contagios y fallecimientos. Es la segunda vez que resignamos la arraigada tradición del chipa apo a lo yma, el reencuentro familiar extendido o las masivas procesiones del Viacrucis hasta los templos y los santuarios en lo alto de los cerros. Esta vez, el Viacrucis lo viven en carne propia los pacientes de Covid-19 y los familiares en los hospitales colapsados ante la ineficiencia gubernamental. La Semana Santa es tradicionalmente considerada un tiempo de reflexión y esta vez debemos aprovecharla de manera especial, analizando la realidad y comprometiéndonos en reconstruir el país, sobre todo ejerciendo el voto de una manera mucho más crítica y consciente en las próximas elecciones.

Para un pueblo con tradiciones cristianas y folclóricas profundamente arraigadas, obligar a quedarse en casa durante la Semana Santa, resignando la posibilidad de ir a visitar a familiares en el interior del país y participar en forma conjunta de prácticas religiosas y culinarias, tiene un fuerte impacto emocional.

Esta segunda Semana Santa en confinamiento ocurre en momentos aún más críticos de la pandemia del coronavirus, por el alto número de contagios y fallecimientos. Es la segunda vez que resignamos la arraigada tradición del chipa apo a lo yma, el reencuentro familiar extendido o las masivas procesiones del Viacrucis hasta los templos y los santuarios en lo alto de los cerros.

Este año, por segunda vez se han tenido que suspender los eventos masivos tan característicos de esta época, como la extraordinaria procesión de las luces en la comunidad de Tañarandy, Misiones, o las excursiones a lo alto del cerro de Yaguarón, o el colorido Viacrucis de Kurusu Cerro, en Atyrá.

Los tatakua encendidos en los hogares campesinos no han podido volver a recibir a los muchos parientes que llegan anualmente desde lejanos lugares ni tampoco se podrán extender las largas mesas pobladas de manjares en el karu guasu de los Jueves Santos.

Las muchas iglesias y los templos de todo el país tampoco recibirán otra vez a la multitud de fieles en los característicos Viacrucis del Viernes Santo, ni en las demás ceremonias religiosas de esta semana. Para muchos pueblos y localidades, como para los hoteles y las posadas rurales, la masiva ausencia de turistas y visitantes significará de nuevo un duro golpe económico.

Esta vez, el Viacrucis lo viven en carne propia también los pacientes de Covid-19 y los familiares en los hospitales colapsados ante la ineficiencia gubernamental. Muchos de ellos esperando en sillones, en los pasillos, obtener una cama de terapia intensiva. Muchos de ellos mueren antes de obtener un lugar de internación.

La Semana Santa es tradicionalmente considerada un tiempo de reflexión y esta vez debemos aprovecharla de manera especial, analizando la realidad y comprometiéndonos en reconstruir el país.

Es aconsejable disponer de este tiempo para una profunda reflexión personal, entendiendo que los cambios que el país hoy requiere, a partir de la actual crisis sanitaria, económica y política, dependerán de nuestra activa participación ciudadana, sobre todo ejerciendo el voto de una manera mucho más crítica y consciente en las próximas elecciones.

La Semana Santa también es una época privilegiada para hacer efectiva la solidaridad cristiana, ayudando a quienes más necesitan, principalmente a las muchas familias con personas que se han quedado sin trabajo y sin ingresos. Hacerles llegar nuestro apoyo, según nuestra disponibilidad y cuidando siempre la seguridad sanitaria, es la mejor manera de contribuir desde nuestra fe, nuestras creencias o simplemente nuestros sentimientos humanitarios. Desde nuestras páginas, hacemos llegar un gran abrazo a todos nuestros lectores, deseándoles que pasen bien y que tengamos felices Pascuas de Resurrección

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