En los últimos 40 años, la tala de bosques ha sido masiva. De casi 10 millones de hectáreas de superficie boscosa que había en torno a 1970, hoy apenas queda un poco más de un millón de hectáreas, lo que representa un área ligeramente superior al 10 por ciento.
La incorporación de la ganadería intensiva, los desmontes por temor a las ocupaciones de campesinos sin tierra, la agricultura mecanizada a gran escala, la corrupción de los funcionarios de lo que mucho tiempo se llamó Servicio Forestal Nacional (SFN) - hoy convertido en Instituto Forestal Nacional (Infona)- y la desmedida codicia de rolleros y empresarios del sector son las causas del derribo inmisericorde de bosques.
Hoy, si bien hubo un avance considerable en materia de legis- lación - leyes de deforestación cero y de estímulo a la forestación y reforestación, por ejemplo- y mayor capacidad de control a través de la tecnología satelital, en la práctica continúan los atropellos a las riquezas forestales.
Paulatinamente, la percepción social de que los árboles son imprescindibles para evitar que la temperatura continúe disparada hacia arriba, recuperar la frecuencia de las lluvias, frenar la erosión, recuperar la fauna y flora silvícolas, y volver a tener agua en los cauces que al quedar sin sombra se evaporaron, cobra cuerpo.
Los estudiantes, medios de información, líderes comunitarios y algunas que otras autoridades han abandonado su indiferencia, para pasar a las filas de quienes promueven acciones en favor de lo poco que queda, y para el cultivo de especies nativas o exóticas que puedan producir oxígeno y capturar el dióxido de carbono, uno de los causantes del calentamiento global.
Loables iniciativas, como la campaña A todo pulmón y otras de menor difusión, pero también muy válidas, contribuyen a aumentar el grado de involucramiento ciudadano en proyectos que tienen como bandera hacer más saludable la vida en ciudades, pueblos, colonias y compañías del país.
Lenta pero sostenidamente se va incrementando el deseo de participar de manera activa en actividades a favor de los árboles. Prueba del cambio de actitud es que los programas de gobierno de algunos precandidatos y candidatos a intendentes y concejales incluyen creación de viveros, campañas de arborización, limpieza de cursos de arroyos y otras actividades que atañen al mejoramiento de los espacios habitados.
Falta mucho camino por recorrer, pero los muy firmes primeros pasos están dados. El Día del Árbol no solo debe ser una fecha en el calendario, sino un compromiso diario que se exprese los 365 días del año.