Con el agua al cuello

Miguel H. López – En TW: @miguelhache

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Esta vez no voy a hablar de cómo el mal gobierno nos hunde en el fango, por lo menos tan directamente. Me referiré al cíclico problema de las crecidas y las exponenciales pérdidas que provocan a los afectados –generalmente los de menor recurso– en lo material, en lo físico y en lo sicológico.

Hace por lo menos un mes que el problema rebasó los umbrales ponderables y el agua (de los ríos, riachos y lagunas) empezó a expulsar gradualmente gente de las riberas.

Algunas zonas altas y plazas comenzaron a exhibir el penoso paisaje de armajes precarios que poco a poco van convirtiéndose en villas enteras de emergencia con madera terciada, hule negro o lo que haya. En las zonas del interior, algunas municipalidades ingresaron con paliativos a las áreas más críticas. En el resto siguen esperando que la riada baje, cosa improbable por la temporada y la continuidad de las lluvias en todas las regiones.

En la capital, hasta el momento, solo hay tanteos de los organismos públicos de asistencia. Y es allí donde quedan siempre. En la asistencia.

Alguna vez alguien dijo: "¿Quién obliga a esa gente a colocarse en territorio que pertenece al río?”. Y uno pudiera decir esas cosas si realmente hubiera políticas públicas serias e infraestructura del Estado que brinden respuestas efectivas a las necesidades de vivienda, educación y trabajo a la población. Pero cuando eso es escaso o ausente, las más de las veces, ¿qué salida pueden tener? También suele decirse: “Se les reubica en zonas no inundables, en casas de material (ladrillos), pero vuelven todos. No quieren vivir bien”. Y es aplicable lo mismo. Si hubiera condiciones, nadie lo haría, pero ser llevados y colocados entre paredes seguras, en medio del yermo, sin opciones laborales y con escasa educación, ¿qué queda?

El problema no es simple. Ni se resuelve con madera terciada, hule negro, aceite, arroz, yerba, poroto seco, harina, huevo, paracetamol y propaganda, cada temporada.

Sin embargo lo peor está por venir. Todas las predicciones meteorológicas así lo indican. Es entonces cuando la desgracia humana se convertirá en bendición para los políticos que siempre aprovecharon estas situaciones. Y cuando están en el poder –caso emblemático el del Partido Colorado, que estuvo casi siempre en función de gobierno en los últimos 70 años– no hacen nada por resolver de fondo el drama. Total, así son clientela prebendaria segura y voto a través de los punteros.

Literal y metafóricamente a parte de la población el agua le está llegando al cuello. A los gobernantes, no les calienta...

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