Bibliotecas físicas en universidades decaen a manos de internet

En las universidades, tanto públicas como privadas, o están deshabitadas de alumnos o bien ya casi no quedan libros. Muchas instituciones de educación superior apuestan cada vez menos en alimentar sus bibliotecas; incluso ni siquiera tienen una en sus filiales.

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Silencio. La costumbre de prestar un libro para leer o investigar está quedando en el pasado.

Internet y el hábito de las nuevas generaciones de jóvenes, que crecen con la costumbre de googlear lo que no conocen, se están cebando con la ancestral costumbre de pasearse entre paredes de libros y buscar con paciencia entre los anaqueles el título que se precisa leer.

“Año a año con la tecnología va mermando la costumbre de usar los libros; hoy en día con el PDF se manejan los estudiantes”, manifiesta Julio Quintana, encargado de la biblioteca de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (FF-UNA).

Esta tendencia se acrecentó desde los últimos diez años a esta parte. “Ahora, los jóvenes del cursillo, por ejemplo, en el mes de diciembre poquísimos (volúmenes prestados) tuvimos”, señala Quintana, quien, si bien en este momento está de vacaciones, habla con propiedad en virtud a que va por 26 años en esa biblioteca.

Calcula que al menos 50% disminuyó la afluencia de los habitués a libros de papel.

“Vienen más en época de tesis y exámenes. Durante el año lectivo siempre hay, pero no tanto como era antes”, compara y calcula que hace diez años “era mayor” la cantidad de usuarios de libros.

Los profesores tampoco utilizan el salón de archivo para sus clases. Solo algunos, como en la materia de Metodología de la Investigación, emplean el espacio con fines de estudios.

costoso. Gerardo Gómez, de la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Aneaes), coincide con que la “biblioteca física se usa menos” al contar muchas universidades con acceso a internet.

“Las mismas autoridades y profesores de las instituciones de educación superior encuentran muchas dificultades porque es bastante oneroso contar con bibliotecas bien dotadas en algunos casos, y en otros se precisa una actualización de sus bibliografías”, señala sobre la preferencia en varias entidades de pasar de libros físicos a las bibliotecas virtuales.

“El único problema es que se puede conseguir en la capital o en principales ciudades un buen acceso; pero en otras ciudades pequeñas la conectividad es limitada. También dicen para qué invertir demasiado en libros físicos si uno puede acceder a libros por internet”, contrapone.

La biblioteca física se usa menos y las universidades dicen que tienen accesibilidad a internet. Gerardo Gómez, directivo de Aneaes


Lectura diversa y poco profunda
Para el pedagogo Gerardo Gómez, integrante de la Aneaes, el perfil de los universitarios y nuevos profesionales en cuanto a lectura se refiere es diverso, aunque no tan profundo. “En diversidad se lee más, pero en profundidad no tanto. Hoy, para resolver problemas, tenés que conocer varias áreas del conocimiento: un médico no puede dejar de saber algo de informática”, ejemplifica.
El hecho de que en las universidades se use más internet les obliga a invertir más en terminales para acceder a bibliografía digitalizada. De lo contrario, “se reduce la capacidad de entrada” a contenidos online.
En Aneaes –dice– están analizando valorar el uso de las bibliotecas virtuales con el fin de la acreditación.
“Para eso tiene que existir un registro de las entradas de los estudiantes y las consultas que realizan de modo a constatar su uso”, señala.
“Una cosa es decir que estamos adheridos a tal biblioteca virtual, pero nadie usa. Como tampoco funcionan las bibliotecas con libros llenas de polvo y tela de araña”, equipara.


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