El tema del momento es el zika, provocado por un virus descubierto en Uganda hacia 1940 y que pasó casi desapercibido porque se daban muy pocos casos en el mundo. Sin embargo, los contagios se han multiplicado desde el 2013, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre una emergencia mundial. La OMS dice también que no es mortal, y que a veces pasa desapercibida por la persona enferma.
Aunque no mate ni moleste mucho, el zika es peligroso por sus consecuencias, porque las mujeres encintas que lo contraen tienen hijos con un defecto de nacimiento llamado microcefalia. En el Brasil, donde se ha difundido la enfermedad, los casos de microcefalia llegaron a 4.120 en el 2015; anteriormente, eran 160 al año como promedio (la microcefalia también puede tener otras causas, como la toxoplasmosis).
Microcefalia significa cabeza chica, que es la característica exterior de los niños nacidos con ese problema. La cabeza es chica a causa del insuficiente desarrollo del cerebro, fuente de serias dificultades, que van desde el retardo mental y la incapacidad para caminar, hasta la parálisis total y la muerte prematura. El aumento de los casos que conlleva la propagación del zika puede crear serios trastornos afectivos, financieros y sociales, afirmó un funcionario brasileño.
Las autoridades de varios países amenazados por la enfermedad han recomendado a las mujeres no quedar embarazadas. ¿Qué pasa si se quedan embarazadas y se contagian? En círculos no gubernamentales se ha propuesto despenalizar el aborto para esos casos, considerando que ciertos países amenazados por el zika (como El Salvador) son los que tienen leyes más estrictas contra el aborto. Me parece razonable, ¿qué necesidad de traer al mundo seres que van a sufrir y hacer sufrir a sus padres? Comprendo que se asista a una persona afectada por una grave enfermedad; cuando el mal es incurable y lleva a un resultado fatal y previsible, la situación es muy distinta.
Acerca de la llamada “defensa de la vida”, o sea, oposición al aborto, hay mucha hipocresía. Históricamente, ¿quiénes han sido los grandes enemigos del aborto? Los fascistas. Adolf Hitler lo castigó con la pena de muerte a partir de 1943. Francisco Franco mandaba presas también a las mujeres que tomaban anticonceptivos. Mussolini lo castigó con la cárcel, pero los abortos clandestinos aumentaron durante su régimen, y disminuyeron a partir de la despenalización del aborto en Italia. Al grupo pertenecen también Augusto Pinochet, Rafael Videla, Rafael Trujillo y Alfredo Stroessner, que defendieron la vida a su manera.
No recuerdo quien dijo que no se debe ser estoico a expensas del sufrimiento ajeno. Pero vale para ciertos defensores de la vida, que en rigor se conceden el derecho de disponer de vidas ajenas: ¡que se aguanten ellas!